Capítulo 9: Narcisa Malfoy

978 73 13
                                    

-------- ---- ------ ------

Casi dos meses habían pasado de la guerra y aún me costaba mucho acostumbrarme por más frente que le hiciera al asunto. Si no eran los profesores tratando de animarme con sus lastimeras miradas, o los otros alumnos con sus irritantes miradas acusadoras o simplemente eran mis amigos que me miraban como un bicho raro por estar tan tranquilo sin ánimos para ofender o golpear a nadie. No podían hacer nada. Ellos no podían entender lo que era estar solo en un mundo que tiene la mirada puesta sobre ti.

Mi padre, por más tenebroso y exigente que fuera, terminaba siendo mi padre. De alguna manera, muy retorcida a mi parecer, lo extrañaba. Extrañaba sus regaños, sus reglas y su estatus jerárquico dentro de nuestra propia mansión. Era irritante, cometía sus errores, pero en el fondo sabía que lo hacía para cuidar a su familia. Claro que meternos en manos de Voldemort no era algo que le perdonaba. Era tan cobarde como cualquiera en su lugar, con su familia amenazada.

Pero mi madre era la causante de mi comportamiento. No tenía noticias de ella ni de su progreso, la mantenían aislada a pesar de que era yo el que pagaba todo. Al menos estaba seguro de que no le pasaría algo malo estando bajo los medimagos que la familia Greengrass había puesto a mi disposición. Mi madre era fuerte, pero nunca pude saber hasta qué punto podría serlo, por eso me tenía en ascuas día tras día. El ministerio me tenía en la mira en cada paso que daba, o al menos todos me tenían en la mira para luego dar aviso al ministerio ante la mínima que pudiese hacer.

Mi madre era lo único que me quedaba y mis amigos me lo recordaban dolorosamente en cada ocasión que podían, sin percatarse de lo tedioso que se volvía. Ni en sueños podía descansar cuando la escena donde Rabastan Lestrange la estaba torturando en la sala de mi mansión, luego de escaparnos durante la batalla. El mortífago también se había infiltrado en los terrenos desprotegidos de la mansión, posiblemente luego de que Harry Potter volviera del bosque.

Esa escena también me visitaba algunas noches, Harry cargado por Hagrid. Daba todo por perdido, Voldemort me mataría en cuanto se enterase que había estado atacando a su gente dentro del castillo luego de ser rescatado por Harry en la sala de menesteres, o peor aún, por no entregar a Harry cuando lo tenía frente a mí en la mansión. Pero que Harry reviviera fue cuando pude volver a respirar, un mínimo de esperanza había surgido. "Estaremos bien, hijo. No te preocupes" me susurraba mi madre segundos antes de aquello. No mentiría si no fuese por encontrarnos con otros desertores dentro de la mansión ocultándose inútilmente.

Nunca había estado tan feliz de ver a un grupo de Aurores infiltrarse en la mansión. Nos apresaron a todos sin duda, pero gracias a ellos fue que mi madre aún seguía con vida, apenas. Desde ese día no volví a verla más que una vez, para corroborar de que realmente estaba con vida postrada en aquella camilla de hospital. Nadie entendía cuánto realmente la extrañaba.

- Supongo que ahora estamos en un mismo bando – escucho decir a alguien a mi alrededor. Tanto fue el susto que me puse de pie sin darme cuenta.

Al comienzo creí que lo había alucinado porque no veía a nadie en aquel rincón entre el bosque y el lago. Pero no fue hasta que sus ojos se clavaron en mí que encuentro al mismísimo Harry Potter recostado sobre una de las gruesas ramas del árbol donde yo descansaba.

- ¿Qué tramas, Potter? – cuestiono rápidamente poniéndome a la defensiva por mero instinto, tratando patéticamente de fingir mi frivolidad de siempre.

- Nada – responde desinteresadamente. Lo veo recorrer su mirada por todo mi cuerpo, quizás evaluando la amenaza que pudiese llegar a ser, pero no estaba en mi mejor momento. Sus ojos se clavan en mi mano, la cual, al verla, estaba temblando vergonzosamente. No pude más que cruzarme de brazos – Descuida, Malfoy. No estoy planeando hacerte nada. Deje pasar muchas oportunidades desde que comenzaste a venir aquí – agrega al darse cuenta también.

Donante de AmorUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum