Donante de Amor

Capítulo 39: Piedra Libre

-------- ---- ------ ------

- Maldito pájaro. Parece que lo hace a propósito – gruñí de pie, pero encorvado hacia el piso, apoyado sobre mis rodillas tratando de recuperar el aliento y el color en mi rostro.

Acababa de bajarme de la nueva mascota de Harry. ¿Por qué no se conformaba con un gato como alguien normal? No. Siempre tenía que llamar la atención de manera inocente porque el infeliz ni siquiera se lo proponía, y aun así lo adoraban.

- ¡Oye! – exclamé al sentir como apenas un par de plumas rozan mi mejilla tras el aleteo presumido de la bestia – ¡Definitivamente lo haces a propósito! – espeté señalando al hipogrifo con mi dedo mientras se escondía detrás de su dueño.

Aunque Harry alardeaba de que era solo su amigo, no su mascota. Como si eso fuera posible. Lo único que faltaba, un ave que pensara por si sola. Suficiente trauma ya tenía con las serpientes luego de tener una en la mesa del comedor de mi propia casa varios meses atrás.

Por otra parte, el idiota mayor se destornillaba de la risa por mi sufrimiento. Si no tuviera el estómago revuelto luego de tantas vueltas en el aire mientras bajábamos en una nada sutil caída en picada en una palomita que no tenía ningún tipo de sostén más que la cintura del azabache que a la vez no se sostenía de absolutamente nada porque estiraba sus brazos en alto disfrutando de la travesura de su mascota, quizás, y solo quizás, me atrevería a cruciarlo por semejante atrevimiento.

Pero quizás me lo tenía merecido al mencionar que, tal vez, no era un hipogrifo macho si estaba tan enamorado de Harry por cada vez que se restregaba contra él apenas lo veía. Pues, sí, me había dejado llevar por los celos esa noche. Patético. Lo que me faltaba. Celoso de un animal y nada menos que del hipogrifo que mi padre había mandado a sacrificar por atacarme en tercer año.

Ya me estaba acostumbrando a las ironías de mi vida. Mi vida era una ironía. Si mi padre me viera creo que matarme sería algo poco digno para Lucius Malfoy. La verdad no me imagino que tortura posiblemente me estuviese dando al enterarse que andaba de paseítos con Harry Potter sobre un hipogrifo, y que nos moríamos, pero de la risa. Eso es demasiado descabellado como para siquiera pensar lo que pasaría.

Lucius Malfoy no era un buen recuerdo, en absoluto. Pasé toda una vida bajo su sombra, contemplando su grandeza que no era más que una ilusión al final.

Una infancia tan solitaria como la que Harry había comentado que tuvo, aunque con la diferencia de que mis padres me amaban tanto que no se daban cuenta del daño que me ocasionaban. Mis recuerdos bonitos de esa época consistían en una aburrida sesión de lectura junto a mi madre, o un paseo por los jardines contemplando de lejos los pavos reales albinos porque era demasiado peligroso para mí. Otra ironía si me ponía a pensar que mi padre me obligó a ser un partidario de Riddle.

Algo en lo que me ponía a pensar eran los motivos para que mi padre se sometiera a Riddle. A veces quería creer que estaba bajo un imperio realmente, pero papá estaba protegido contra eso, al menos la mayor parte del tiempo. ¿Para qué quería más poder del que ya teníamos? Teníamos una gran fortuna, que ahora solo conservábamos gracias a que Harry intercedió por mi madre y por mí. Teníamos renombre que mal por mal causaba respeto a donde fuéramos, un respeto despreciativo, pero respeto al fin. Tenía tanto poder que tuvo a los ministros de magia en su bolsillo. Y principalmente teníamos la sangre pura que tanto empeño les llevó a nuestros antepasados mantener.

Eso era algo que aún tenía presente y solía molestar a Harry cuando se me escapaba algún comentario al respecto, pero estaba tan profundo en mi mente que no podía cambiarlo.

- "Si te pones a pensar, Draco, te darás cuenta de que los magos nacidos de muggle son tan puros como tú" – dijo Daphne a mitad de toda la sala común de nuestra casa una mañana cuando aún nos cuestionábamos de ir a la práctica de quidditch con la invitación de Harry.