Capítulo 42: Traicionado por su Magia

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Por fin las cosas parecían cambiar con apenas una semana de haber encontrado a Harry y los Malfoy eran más muggle que nunca, aunque no los mejores.

Aun debíamos practicar las artes culinarias en la cocina, pero habíamos acordado dejarle esa área a Harry principalmente.

En cuanto al aseo de la vivienda, el único que realmente había logrado una rutina había sido James. Verlo pelear con Quincy y Luther por las sabanas de su cama para tenderla cada mañana era todo un espectáculo que me alegraba el día.

Narcisa había vuelto a su vocación, su jardín. Y Andrómeda había decidido mudarse definitivamente a la mansión Malfoy junto a su hermana luego de contarle la verdad de lo que esperábamos lograr, no hubo mucha sorpresa en ella alegando que confiaba en que Harry no se equivocaría al pensar que lo iba a encontrar. Ambas mujeres habían decidido involucrarse a la beneficencia, especialmente en todo lo relacionado a los estudios de brujas y magos, aunque todo sería manejado por mí en la parte administrativa pues ambas mujeres tenían su propia fortuna. Andrómeda tenía el permiso de Harry para usar el dinero de las bóvedas Black ya que él nunca las iba a usar y las había dejado a nombre de Remus al igual que la mansión.

En cuanto a los demás, todos habían vuelto a su rutina habitual antes del torbellino llamado Harry, el alborotador. Ronald ya había dejado de venir a buscar a James porque era yo quien lo llevaba y buscaba, pero aún seguía saliendo de vez en cuando a merodear en busca de Harry siempre que no lo metían en problemas los Aurores a su cargo. Hermione ocupada con su trabajo, pero sin olvidar su costumbre de enviarle una carta a mi madre preguntando cómo nos encontrábamos en el día, lo hacía con todos.

Theodore y Luna seguían como siempre, con la locura a cuestas por intentar controlar a sus gemelos que solo se los consideraba sus hijos por su apariencia física. George estaba hecho una maraña de nervios cada vez que Pansy abría la boca para protestar sobre su estado porque nadie la dejaba de acosar para preguntarle qué le apetecía, pues todos estábamos alarmados de lo tranquila que se veía disfrutando de ver crecer su vientre mes tras mes. Con los muchachos no podíamos dejar de recordar las veces que protestaba por la mínima arruga de su ropa, mientras que ahora disfrutaba pavonearse con los suéteres Weasley que su suegra le regalaba cada vez que el anterior le quedaba pequeño, lo mismo parecía haber sucedido con Hermione. Pansy estaba radiante y sus padres idolatraban a George por eso, tanto que iban a dejarles la mansión Parkinson a su entera disposición en cuanto terminaran la suya propia en Francia. Además, el otro emocionado era Freddie que ahora tenía dos mamás y pronto un par de hermanas a quien cuidar.

En cuanto a Blaise, seguía peleando con Ginevra en cada rincón en el que se encontraban porque no quería aceptar su propuesta de matrimonio si Harry no volvía. Incluso le había prohibido a su padre darle el permiso y su bendición para que se lo pidiera apropiadamente, y Arthur no hacía más que alzar sus hombros y sonreír con satisfacción al ver la cara de frustración de Blaise al no conseguir llevarse a su hija aún. Llegaba a ser un poco aterrador la obsesión que tenía con la pelirroja pues, en secreto, ya había conseguido una mansión hermosa en la que tenía preparada y decorada las habitaciones de sus futuros hijos. Por su seguridad, solo yo lo sabía.

Remus por su parte estaba emocionado al enterarse que en su segundo año en Hogwarts se celebraría el torneo de los tres magos y que una chica de Beauxbatons lo había invitado al baile de navidad, por lo que se quedaría allí. Eso cambiaba un poco mis planes, ya que pensaba llevarlo con nosotros a nuestro encuentro con Harry para esos días, pero no quise entorpecerle esa experiencia. Podría ver a Harry antes de año nuevo, me encargaría de buscarlo en la estación y llevarlo a Rumania, o a lo mejor convenciera a Harry de viajar a Londres solo para las fiestas.

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