Capítulo 24: Hurones Albinos

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El segundo día de clases fue más tranquilo salvo por la emoción de James al poder por fin llevar a sus hurones al colegio como le había prometido a su profesora cuando los mencionó en su presentación. Griff, por Griffindor, y Sly, por Slytherin, serían llevados en su jaula bajo la responsabilidad del único autor material para que esos bichos infernales estuviesen en mi mansión, Harry Potter, acompañado de su fiel ahijado/hijo Remus.

La maestra permitió dejarlos en el salón durante el día para que los niños los dibujaran como parte de algunos de sus ejercicios, por lo que Harry y Remus se van a pasar el día juntos por Londres muggle para hacer una renovación del guardarropa del menor debido a los estirones que estaba logrando día tras día. En cuanto a mí tuve que ir al laboratorio a seguir mi trabajo con Luna que me tenía más atareado de lo habitual ya que al parecer, un medimago había sido hechizado por un paciente muy alterado y había terminado en el depósito de pociones, rompiendo todo a su paso. Eso hizo que pidieran la formulación de pócimas y fue lo que hicimos. Estaba más que encantado ya que la poción especial en la que me tenía trabajando debía reposar y vigilarla era algo tedioso.

Como acordamos, mi madre, Harry y yo fuimos a recoger a James al colegio al mediodía, decidimos almorzar fuera de casa y, al regreso, mi madre se llevaría a James a la mansión Black donde los esperaban a una cena para una charla entre mujeres, fue la excusa de mi madre, por lo que Harry y yo no estábamos invitados. Pero a pesar de todo, tenía que volver al hospital a seguir trabajando en las pociones como le había prometido a Luna, y eso dejaba a Harry solo en la mansión para que pudiese descansar

No había pasado más de dos días desde que tuve la confirmación de que Harry, mi Harry, se había pasado años detrás de mí, esperando a que reaccionara y le confesara lo que sentía por él. No estaba seguro de que él supiese de mis sentimientos. Si aún mantenía las esperanzas en mí, debería de al menos sospecharlo. Pues si de algo estaba seguro, era de que me quería mucho. Nadie estaría dispuesto a aguantar todo lo que lo obligué a esperar. Me sentía culpable, culpable de haber sido tan ciego, de no atreverme a cancelar la boda fingida que acordamos con Astoria, pero en ese tiempo no sospechaba que Harry me querría como lo sé ahora. Creí que toda la complicidad que teníamos era solo una fuerte amistad, que todas sus insinuaciones eran puramente bromas para hacerme avergonzar y que todas las locuras que hacíamos eran solo algo para divertirnos.

Quizás aún estaba a tiempo, a pesar de tener un hijo. Harry adoraba a James y, además, él tenía a Remus; y Remus me caía muy bien desde pequeño. Harry era un padre maravilloso y aun así ninguno de sus ahijados o sobrinos llevaba su sangre; ninguno de sus amigos llevaba su sangre y lo llamaban hermano; y los mayores no le habían dado su sangre, pero lo llamaban hijo. ¿Por qué no podría estar conmigo y con James en ese caso? Siempre había temido su respuesta a pesar de que nunca me atreví siquiera a formularla.

Terminé temprano el trabajo y me apresuré a volver a la mansión, quería estar con él. Si lo veía demasiado quizás me animaría a decirle primero sobre James, aunque no tenía dudas de que no le molestaría en lo absoluto, y si salía bien, quizás me atrevería a pensar como decirle cuánto lo amo.

Al llegar a la mansión, Quincy me recibe para tomar mi bolso y mi túnica como siempre, y me avisa que Harry estaba en la cocina preparando la cena de esta noche. Ciertamente estaba allí, sumido en la melodía de una canción que resonaba desde su celular.

Desde que lo encontramos junto a mi madre aquella mañana en la que James bailaba junto a él, cada día me quedaba a espiarlo. Cantaba o bailaba dependiendo de su estado de ánimo, hoy fue la excepción a la regla porque no había hecho ninguna de las dos cosas, aunque si había cocinado. Parecía nervioso y se mantuvo más callado de lo habitual, algo sin duda le sucedía, algo le había hecho perder esa sonrisa que mostraba siempre ante la mínima cosa, incluso hasta por tener el placer de respirar.

Donante de AmorWhere stories live. Discover now