—Apuesto a que sí.

Afirmó. No dije nada, dejé que un pequeño silencio nos inundará, me gustaba la cercanía que nuestros cuerpos mantenían, Frederick era fuerte y sus brazos reconfortantes. Aprovechando el silencio, me quedé pensando sobre qué era eso de lo que Bryson quería hablar conmigo, lucía serio por lo que mi curiosidad no ayudaba mucho, quería saberlo y no me quedaría conforme mientras no tuviera una respuesta. La razón por la que no mencioné esto a Frederick fue porque Bryson y yo no habíamos tenido una conversación del todo, más bien era él quien habló y no yo.

—Preparé la comida —dije luego de unos minutos, me aparté de él para poder mirarle, enarcó una ceja en mi dirección—. Solo espero que te guste el espagueti porque lamento decirte que te has quedado sin suministros de comida.

—En ese caso tienes suerte de que me guste.

Respondió.

Fuimos a la cocina donde Frederick terminó de ayudarme a limpiar el cochinero que había dejado a medias y después de comer, se ofreció a lavar los platos como de costumbre. Veinte minutos más tarde, Frederick se fue directo a su habitación donde mencionó que tenía trabajo por realizar, yo hice lo mismo, fui a mi habitación y chequé mi correo electrónico, Fabrizio había escrito y enviado el nuevo artículo en el que quería que trabajara, abrí el archivo, pero no llegué a leerlo, preferí dejar el trabajo para cuando estuviera en la oficina. Tres horas más tarde, el sol ya se había metido y estaba por colocarme el pijama, sin embargo, dos golpecitos a mi puerta llamaron mi atención, Fredrick asomó la cabeza al ver que estaba entreabierta, ofrecí una amistosa sonrisa y le hice una seña para que pasara, él lo hizo.

—¿Estás ocupada? —preguntó, negué y él aprovechó para sentarse en el borde de la cama, allí me percaté de que ya había optado por una vestimenta mucho más relajada, traía pantalones deportivos de color azul marino y una playera gris, su cabello estaba ligeramente despeinado y tenía lentes de lectura consigo, los cuales le daban un toque intelectual y más atractivo de lo que ya era, noté que tenía un par de papeles en la mano—. Quiero mostrarte algo o más bien, leértelo.

Enarqué una ceja.

—¿Tiene que ver con tu trabajo?

Frederick asintió y bajó la mirada hacia sus papeles, una mueca se dibujó en sus labios un tanto dudoso.

—Digamos que algo así.

—¿Algo así?

Pregunté. Se pasó una mano por el cabello.

—Es más personal que de trabajo —confesó—, quería compartirlo contigo.

—Bien, adelante.

Hablé, Frederick se quedó en silencio por casi un minuto, se ajustó los lentes, tomó una profunda respiración y la dejó caer.

—Antes que nada, promete que no dirás nada a nadie.

Enarqué una ceja.

—Ni siquiera compartimos las mismas amistades como para que yo cuente lo que sea que vayas a decirme.

Aclaré y me señaló con su dedo índice.

—Buen punto, preciosa.

Sonreí para mis adentros, sintiéndome familiar con ese pequeño apodo, me gustaba que me llamara preciosa.

—De acuerdo, te escucho.

Dije para instalarlo a hablar, Frederick sé quedo observándome fijamente, había algo en su mirada que me costó descifrar, pero luego de un instante, se levantó de golpe de su lugar, fruncí el ceño por su repentino cambio.

Mi romance realOnde histórias criam vida. Descubra agora