Capítulo 18

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Incómodos por la situación, Frederick se aclaró la garganta, se agachó y de inmediato la princesa Ryleigh lo abrazó en cuanto extendió sus brazos, Frederick se levantó alzando a la pequeña en el aire, dándole una vuelta antes de colocarla en el suelo.

—¡Ah! ¡Pero miren que preciosa princesa de todos los reinos tenemos aquí! ¿Es mi imaginación o cada día estás más hermosa?

—Lo estoy —dijo la pequeña con orgullo.

—Claro, ya decía yo que esta princesa es demasiado hermosa —aseguró Frederick.

—Y tú... Bueno, no puedo decir lo mismo de ti, ¿estás engordando?

La cara de Frederick se desfiguró por la sorpresa y reí. Algo me decía que la pequeña tenía el mismo sentido de humor que su hermano y la autoestima elevada.

Mi risa pareció llamar la atención de ambos porque me miraron.

—¿Tú quién eres? —preguntó la princesa frunciendo el ceño. Le ofrecí una sonrisa.

—Me llamó Bethany, pero puedes llamarme Beth. Soy...

—La novia de mi hermano —interrumpió con seguridad y una sonrisa juguetona—. Ustedes iban a besarse frente a mis narices. Tienen suerte de que los interrumpiera, hubiera sido asqueroso verlos besarse.

Confesó, haciendo una mueca de asco. Frederick y yo compartimos una mirada. Me sonrojé.

—¿Sabías que cuando besas a tu novia más de cuarenta mil bacterias pasan de tu boca a la suya? —preguntó la pequeña y arrugué la nariz en disgusto.

—Okay. Eso es algo que a Beth y a mí no nos interesa, pequeño genio —habló Frederick cargando a su hermana entre sus brazos, su vestido se arrugó, pero no le importó—. ¿No te presentarás?

Le preguntó en un susurro, la niña sonrió.

—Soy Ryleigh. Es un gusto en conocerte Bethany.

—Lo mismo digo —dije con amabilidad—. Y tu dato sobre el beso fue...

—Incómodo. Lo sé, lo siento.

Interrumpió de nuevo, frunció el ceño y se centró en su hermano.

—¿Ustedes no van a quedarse aquí? Porque Beth y yo podríamos tener una pijamada.

—Apuesto a que si —dijo Frederick—. Pero no nos quedaremos aquí, tenemos que regresar a casa. Y apuesto a que mamá no le gustará esa idea del todo.

Dijo lo último más para sí mismo, al tiempo en que desviaba la mirada de su hermana y de mí.

—¿Podríamos tener una en tu casa? —sugirió, Frederick ladeó la cabeza—. Beth, ¿tú quieres hacer una pijamada conmigo?

La forma en que me preguntó fue adorable que no tuve opción que asentir. Sus ojos se iluminaron y se bajó de los brazos de su hermano.

—Genial, iré a hacer mis maletas —dijo Ryleigh dándose la vuelta para dejarnos solos, Frederick la detuvo.

—Sobre eso... —dijo haciendo una ligera pausa, el rostro de su hermana se volvió serio presintiendo que no escucharía una buena noticia. Frederick se agachó para quedar a su altura—. Tendrás que esperar Ryleigh, Beth y yo estamos algo ocupados que no podemos llevarte a casa hoy, quizás el fin de semana.

El rostro de la niña se llenó de tristeza.

—Pero siempre me dices lo mismo Freddy. —Su voz se quebró—. Ya nunca tienes tiempo para mí, siempre estás ocupado, ¿es porque no soy buena jugando a los juegos de mesa? Mamá me ha dicho que soy muy competitiva y que a veces pierdo el control en los juegos, yo...

Mi romance realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora