Capítulo 7

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Mi orgullo cayó por los suelos en segundos. La sonrisa en mi boca desapareció y la de Frederick se ensancha, mi mirada se fijó en la moneda para comprobar que el triunfo no había estado de mi lado por esta ocasión, era como si el destino me jugará una mala trampa. Me fijé en la moneda y efectivamente había caído sello.

—Iré por las llaves del auto y esperaré afuera a que estés lista.

Agregó al tiempo en que se levantó de su asiento y se dirigió hacia su habitación, me quedé congelada en mi lugar, ¿Cómo es que había perdido? Juraba qué saldría vencedora de esta y dejaría al príncipe con la boca cerrada, para mi mala suerte, terminé siendo yo quien se quede de aquella manera.

Me llevé las manos a la cara para ocultar mi rostro y soltar un suspiro. Vaya que la suerte estaba de su lado, pensé, aún estaba digiriendo las cosas. Había perdido. Iríamos a Estocolmo. Recogería mis cosas. Viviría con el príncipe.

¿Cómo es que había llegado a todo esto tan rápido? ¿Qué clase de broma pesada tenía el universo para mí?

No consiguiendo una respuesta a mis problemas, me resigné y dirigí a la habitación con el orgullo por los suelos, al pasar por la habitación de Frederick sentí el impulso de pararle el dedo medio como demostración de mi desacuerdo. No lo hice y tampoco pude hacer algo al respecto, era un juego limpio, lanzó la moneda, cayó sello y ahora no había forma de retractarse, tenía que obedecer como toda una buena perdedora.

Diez minutos más tarde, me encontré dirigiéndome a fuera de la casa al auto del mayordomo de Frederick.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? Estaba considerando en entrar de vuelta a la casa y traerte por mi cuenta —dijo encendiendo el auto. No dije nada, me había cambiado cinco minutos después de entrar a la habitación y el resto del tiempo me la pasé intentando apaciguar los pensamientos en mi cabeza.

Comenzamos a dirigirnos a Estocolmo, la radio estaba encendida y nos dejaba una agradable vibra, no había nada mejor que la música para deshacerse de la incomodidad.

—¿En qué parte del centro dijiste que vivías?

—Calle 27, es el edificio justo de la esquina.

—Perfecto.

Minutos más tarde, los dos nos encontrábamos en el interior de mi departamento, me sentí mucho más segura al estar aquí, era mi espacio.

—Lindo departamento. Solo toma lo necesario y yo esperaré aquí.

Dijo al momento en que tomó asiento en el sofá, no respondí, me dirigí rápidamente hasta mi habitación, busqué la única maleta que tenía en el armario y comencé a llenarla con mi ropa. Intenté echar todo lo que era necesario, ropa, zapatos, libros y uno que otro accesorio, al final, la laptop y mis libretas las llevaría en la mano.

De vuelta a la pequeña sala del lugar, Frederick aún estaba allí sentado perdido en su celular, levantó la vista hacia mí y me ofreció una cálida sonrisa.

—¿Encontraste lo necesario?

Se animó a hablar antes que yo.

—Eso creo.

Dije, solo esperaba no olvidar algo y recordarlo a medio camino como solía pasarme cada vez que viajaba. Era algo olvidadiza.

—De acuerdo. Será mejor que nos vayamos ahora.

Frederick se acercó a mí y tomó la maleta con facilidad con una mano, si estaba pesada o no, no hizo ningún comentario y se dispuso a caminar hacia la salida, por mi parte le eche un último vistazo al lugar, estaba todo en su lugar y había un agradable silencio, me gustaba el departamento y la seguridad que me proporcionaba, sin embargo, ahora tenía que exponerme a un lugar que no era el mío con una persona que apenas lo conocía y daba la impresión de volarte la cabeza con cada idea loca que tenía. Suspire.

Mi romance realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora