Brindis

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Hanji estaba apretada contra el fuerte cuerpo de su esposo, quien la rodeaba por la cintura con uno de sus fuertes brazos, manteniéndola pegada a él.

Su boca deboraba la de ella como si no hubiera un mañana y Hanji no podía hacer otra cosa que soltar deliciosos gemiditos de placer.

Tenía las manos sobre las mejillas recién afeitadas de su esposo, que eran suaves y calientes bajo sus manos.

Hanji se sentía inundada de amor y felicidad, la alegría le recorría el cuerpo y competía contra un deseo ardiente por consumar el matrimonio con su sexy marido.

Podía sonar muy extraño pero ella había buscado por internet las leyes sobre el matrimonio y había encontrado lo siguiente:

El Código de Derecho Canónico habla de matrimonio sólo rato (es el matrimonio válido pero que no ha sido consumado) y del matrimonio rato y consumado (cuando los cónyuges han realizado de modo humano el acto conyugal apto de por sí para engendrar la prole y mediante el cual se hacen una sola carne).

Un matrimonio rato y consumado es indisoluble, porque es un matrimonio válido y, además, los cónyuges se han hecho uno mediante la realización del acto sexual plenamente humano y, por esto mismo, no puede ser disuelto por ningún poder humano,  ya que sólo se disuelve por la muerte de uno de los cónyuges.

Y ella se moría por consumarlo, por hacer que su unión fuera indisoluble para siempre, conviertiéndola a ella en totalmente de él y a él en totalmente de ella.

Estaba deseando de albergar a su esposo en su interior, grande y ardiente dentro de ella, sentirlo moverse profundamente en sus adentros, transmitiéndole todo su amor por ella y convirtiendo su unión en eterna e irrompible.

Soltó un suave gemido cuando él le acarició la lengua con la suya de forma dulce y erótica. Instintivamente apretó un poco las caderas contra le pelvis de su esposo y un ramalazo de placer la recorrió.

Quería prolongar ese momento para siempre, no quería dejar de besar a su esposo, de disfrutar de él, de su masculino cuerpo contra el de ella y de su suave piel bajo los dedos.

Y por otro lado quería escaparse con él para hacer el amor como marido y mujer, ardía de deseo por dentro, este la recorría quemándola y excitándola.

En ese momento notó unos suaves pesos sobre ella. Su marido también debió notarlo porque separó sus labios con ternura, manteniéndola apretada contra él por la cintura, y miró alrededor.

Hanji lo imitó, apoyó su cabeza en el fuerte y musculoso pecho de Levi, quién olía mejor que nunca a sándalo, y echó un vistazo a su alrededor.

Los invitados aplaudían a rabiar, algunos silbaban como Nanaba y otros lloraban, como Kuchel o su padre. Los ligeros pesos que ambos habían sentido sobre ellos eran flores, flores blancas que les lanzaban.

Levi había prohibido terminantemente que les lanzaran arroz, así que habían acabado perarando unas hermosas bolsitas de raso llenas de flores para los invitados, para que se las lanzaran en vez de arroz.

Hanji se acurrucó contra ese fuerte pecho y disfrutó del espectáculo y del calor de los fuertes brazos de su marido, ahora que veía las flores cayendo del cielo se alegraba de haberlo dejado decidir, era un espectáculo muy hermoso.

Él le acariciaba la espalda desnuda con el pulgar con ternura, enviándole deliciosos estremecimientos de placer por el cuerpo.

Estaba tan enamorada de su marido, tan enamorada de Levi, no solo de su sexy físico, sino también del noble y amable hombre que habitaba debajo de su serio semblante, no no podía estar más feliz.

Amantes OlímpicosWhere stories live. Discover now