Promesa

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Levi estaba acabando de preparar la maleta de Hanji.

Los meses habían volado entre preparativos y organización, había sido todo un reto para ambos, una de las cosas que más les había costa decidir había sido el lugar donde unirían sus vidas para siempre.

Al principio habían visitado hoteles, masias, fincas... buscando el lugar ideal, aquel que fuera mágico y al cual pudieran llevar algún día a sus hijos para decirles "Aquí se unieron mamá y papá en matrimonio".

Habían dado miles de vueltas por todos los lugares recomendados por los wedding planners, sin acabar de encontrar aquel que querían, hasta que un día los enviaron al castillo de Vilassar, y ambos se quedaron fascinados.

Era un bonito castillo de piedra con diez siglos de antiguedad. Contaba con unos maravillosos jardínes rodeados de viñas de uva y prados de flores rosas. El salón de banquetes era un precioso edificio moderno con vistas al jardín, y además contaba con una finca para alojar invitados.

Ambos quedaron cautivados, recordaría toda la vida el momento en el que Hanji, vestida con un largo abrigo marrón, se giró hacia él, anudando los brazos en su cuello y mirándolo con los ojos llenos de amor:

- Amor... este es el lugar...

Él se perdio en esos orbes de chocolate fundido y le dió un suave beso en los labios cargado de amor:

- Lo sé cariño... este va a ser...

Y a partir de allí todo fue un caos de organizar invitaciones, catering, escoger decoración... pero todo valía la pena, porque después de ese día serían marido y mujer. Su corazón se aceleraba al pensarlo.

Ya solo faltaban dos días. Esa noche eran sus despedidas de soltero, al día siguiente dormirían separados y después se celebraría la boda. Y ambos partirían de luna de miel veinte largos días más una semana más en Kenia, en la fundación de la que ya sería su esposa. Se moría de ganas.

Hanji no se esperaba en absoluto nada del viaje, él lo había contratado todo en el más absoluto secreto y había logrado que le concedieran su capricho para la noche de bodas... no podía esperar, no podía esperar a hacerle el amor a su esposa.

Por eso ahora él estaba acabando la maleta de Hanji, porque el viaje debía ser totalmente sorpresa para ella, así que él le cogía toda la ropa para evitar que ella sospechara nada.

Eso le daba una ventaja increíble, sonrió de lado, escoger toda la ropa interior que su esposa usaría en su luna de miel. Aunque si sus planes salían como él quería ella estaría desnuda la mayor parte del tiempo y gimiendo de placer.

Sintió un calor en la entrepierna al pensarlo mientras doblaba cuidadosamente un diminuto tanga de color rojo completamente transparente, que apenas taparía la dulce flor de su esposa, como a él le gustaba.

Abrir todos los cajones de ropa interior de su prometida había sido terriblemente excitante. Observar todos los conjuntos de Victoria's Secret, llenos de transparencia y encaje, ordenados en los cajones, y haber podido escoger los que más le ponían había sido como cuando un niño abre los regalos el día de Navidad.

Dobló otro, esta vez otro diminuto tanga pero negro y completamente hecho de encaje.

Olería la deliciosa flor de su esposa a través de esa erótica prenda, para luego apartarla y darle el placer que ella se merecía con la lengua.

Estaba tan excitado... con tantas ganas... incluso iba a llevarse lo que tenía preparado para el striptease, a ver si durante la luna de miel reunía el valor y se lo hacía.

Iba a ser dulce... muy dulce... su plan era mínimo hacer el amor unas dos o tres veces al día. Mínimo. Así que debía ser dulce y delicado para no agotar ni adolorir a su esposa.

Amantes OlímpicosWhere stories live. Discover now