No tengo nada contra él, pero... ¿un hombre? ¿No pudieron encontrar a alguna mujer con la que yo no pudiese estar sola frente a mis hermanos?

Oh Dios mío, esto solo significa una cosa.

¡Voy a estar viviendo sola con tres chicos!

Ojalá esto fuera una maldita pesadilla. Debe de ser una maldita pesadilla de la que parece que no me voy a despertar.

Me puse los auriculares en las orejas mientras ponía K-Pop en el reproductor de música de mi móvil y me dediqué a hacer la tarea que nos habían mandado hoy en clase. Díganme rara, pero el K-Pop me levanta el ánimo y es un estilo de música respetable como otro cualquiera.

Tras terminarla y sin quitarme los auriculares de mis oídos, me tumbé en mi cama cerrando los ojos para disfrutar mejor de la música, cuando alguien me quita los cascos de las orejas de golpe interrumpiendo mi paz interior.

— ¿¡Se puede saber qué bicho te ha picado!? — pregunto enfurecida mientras observo como el niñero, o mejor dicho, el intruso, me mira serio.

Mis padres debían de haberse ido a arreglar los dichosos papeles del viaje, así que el desconocido y yo nos encontrábamos solos en mi casa. Aunque para muchas chicas, estar con un chico tan atractivo a solas aún sin conocerlo de nada era como un sueño hecho realidad, para mí era una pesadilla de la que estaba deseando despertar.

—Vamos a por tus hermanos y a llevarte al castigo—dice con un tono tranquilo y despreocupado ante mi enfado.

—Al castigo me puedo ir yo sola y además, no eres mi niñero—le digo ahora que mis padres no están.

Quiero que estén las cosas claras, si piensa que me va a poder mandar lo lleva claro.

—En mi contrato está puesto que tengo que cuidar de dos niños pequeños y una adolescente—me sigue diciendo serio—y además, me tienes que guiar a donde estén haciendo las actividades tus hermanos, vamos.

— ¿Y por qué no miras en tu contrato a ver si ahí pone la ubicación de mis hermanos?—me reí en su cara.

El tal Aiden se encogió de hombros indiferente ante mis palabras e hizo el amago de irse por la puerta de mi cuarto, pero de repente, se abalanzó sobre mí sin yo esperarlo, cogiéndome con una mano de mi brazo izquierdo y la otra mano posándola suavemente en mi cintura, para hacer impulso y subirme a uno de sus hombros, cargándome como si fuera un saco de patatas escaleras abajo.

— ¡Bájame!—grité mientras pataleaba todo lo que mis piernas me permitían.

—Te vendrás conmigo como han dicho tus padres y punto—sentenció sin admitir un no por respuesta.

Y ahí estaba yo, en una camioneta destartalada, y con mi niñero sexy, ¿Se puede pedir más?—nótese la ironía—.

Esperen... ¡Sí! ¡Qué alguien me saque de esta asquerosa camioneta en ruinas!

—No soy tan malo como te piensas—me dice sin dejar de mirar hacia la carretera.

—No te conozco de nada—le digo con los brazos cruzados y hundida en el asiento del copiloto cual niña pequeña que se ha enfadado porque no le habían comprado la muñeca de juguete que ella quería.

—Pues eso se puede arreglar... —se aclara la voz para continuar hablando—Me llamo Aiden Franklin, tengo veintitrés años y estoy estudiando derecho en la universidad.

—Gira a la izquierda en el siguiente cruce—digo ignorando su absurda presentación.

Me hizo caso y siguió hablando tras girar hacia la dirección que yo le había dicho. Me dijo que tiene novia, que en sus ratos libres trabaja en el taller de su padre y que le gusta mucho el deporte.

Yo solo me limité a asentir y mirar por la ventanilla del coche ignorando el hecho de que me estuviese contando parte de su vida para que le conociese mejor y no fuese un completo extraño.

La verdad es que no tenía mucho interés ni en él ni en su vida, solo es un desconocido que va a vivir con nosotros un mes... Vale, creo que es mejor que nos conozcamos.

— ¿Y tú?—dice Aiden dándome el turno de palabra.

Me quedé en shock, ya que no le estaba escuchando y no sabía lo que me estaba preguntando.

—Emm. Por dónde empiezo...—digo poniéndome nerviosa intentando buscar alguna excusa con la que cambiar de tema.

— ¿Qué tal por el principio?—pregunta una obviedad sin dejar de mirar a la carretera.

—Bueno, soy Andrea Donovan y tengo diecisiete años, me gusta mucho escuchar música y estar sola en mi habitación, ¿quieres saber algo más o con eso te vale? —respondí en el tono más borde que pude poner.

— ¿Y tus amigos y tu novio?—pregunta.

—Pues... no tengo amigos, ni mucho menos novio...—bajé la cabeza un poco avergonzada—pero estoy bien, no necesito a nadie con quien hablar ni con quien salir.

— ¿Cómo una chica como tú puede no tener amigos?—pregunta incrédulo.

— ¿Una chica cómo? —pregunté enfadada.

—Guapa, cariñosa, lista... — comienza a enumerar esbozando una pequeña sonrisa.

Le miré con una sonrisa.

—Sé que sacas muy buenas notas, y casi sin esforzarte—dice en un tono calmado ignorando el hecho de que hace un momento le había hablado fatal.

— ¿Me has investigado? ¿Quién eres ahora, Sherlock Holmes? —le miro, sin saber por qué, con una mirada pícara.

—Tengo que saber a quién cuido—me guiña un ojo sin dejar de sonreír.

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