—A ésta la perdimos. —Digo colgando los guantes.

—No exageres.— Interviene Erina intentando persuadir a la despechada—. Hoy lo tendrás y podrás recuperar el tiempo perdido. Nosotras nos podemos encargar de Kamil, mientras tú y Chucho se toman unos días para ustedes. Como una pequeña luna de miel.— Sugiere pensando que escurrir miel y comprensión es el antídoto para cura el rencor.

—Conmigo no cuentes, yo tengo cuatro. También necesito un poco de intimidad con mi esposo. Además, me duele la espalda.— Me desentiendo de una vez. Ella es una malcriada que no se merece mi consideración.

—Que eso te enseñe a no interrumpir tu luna de miel.— Lina replica subrayando las palabras con el mayor desdén posible, tomando venganza. ¡Perra!— Lo siento, si no te lo dice tu amiga quién te lo dirá—. Y para colma hunde el dedo en la llaga.

La destruyo con una de mis miradas tumba cocos, ella me desafía con una sonrisa licenciosa. El duelo no dura mucho, pues Alessia vuelve a cambiar de rumbo, atraída por las risas de Kamil y GianPaul, ambos tirados en la tupida grama juegan. El pelo oscuro de mi hijo contrasta con el rubio de la pequeña. Con sus pacitos torpes, pero decididos, mi bebita se apura en llegar a donde su hermano y amiga se divierten. Entonces se lanza sobre el niño imitando a Kamil, que lo abraza y lo besa, mientras él se ríe. Por lo menos ya puedo erguirme y descansar la espalda. Con las manos en la zona lumbar me estiro hacia atrás. Ay, los años no vienen solos.

—¿Quién me acompaña a un chapuzón?— Gianluca pregunta haciendo acto de presencia, acompañado de Andre, luego de haber pasado un rato en la cancha de tenis.

—¡Papino, ven con nosotros! —Lucia le pide a su padre con extrema algarabía desde la piscina, acompañada de Luca, Alessandra y Kika, donde disfrutan los cuatro jugando y nadando.

—Eso pretendo, figlia—. Le contesta mientras se saca por la cabeza su camiseta blanca y luego baja el pantaloncillo por sus larga piernas, quedando en bañador. Después de tirar su ropa encima de una de las tumbonas viene por Alessia con la clara intención de que ella lo acompañe a la piscina—. Tráeme a Kamil también—. Me pide con nuestra bebita en brazos enfilando sus pasos hacia a un lado de la piscina, donde hemos dejado los salvavidas con asiento y sombrilla de los bebés.

—Antonie, ven con papá. Estas mujeres están con el chisme y hombre que se respete no esta en esas funciones—. Andre, también en traje de baño, coge al niño de brazos de su madre y se lo lleva consigo.

—Que comentario más machista—. Le reclamo al francés mientras espero en el borde de la piscina a que mi italiano meta a Alessia en su flotador de abejita para pasarle a Kamil a la que tengo apoyada en mi cadera. El suyo es de flores y el de Antonie es de carrito de Ferrari, como corresponde.

GianPaul pasa a mi lado corriendo y se lanza en lo más profundo salpicando a todos. ¡Qué niño! Su padre lo reprende cuando emerge y la respuesta de mi terremoto es reírse. Una vez todos los bebés instalados en sus flotadores techados, los hombres los llevan con ellos para unirse a los otros bañistas. Yo me regreso a seguir conversando con mis socias, aliviada de tener las manos desocupada. Con mis manos seco mi torso únicamente cubierto con el sujetador del bañador, uso un pantaloncillo celeste en la parte de abajo.

—¿Cómo se están tomando los niños a su tío nuevo?— Me pregunta Erina no muy bien me he sentado en mi poltrona.

Me ha lanzado una recta. No es que me moleste hablar del asunto, ni mucho menos molestado su intromisión, pues a mis amigas les cuento todo. Yo confío plenamente en ellas. Lo que ocurre es que todavía voy procesando esa inmensa y sobrecogedora revelación. Miro a mis seres queridos jugando en el agua, mientras me sumo en un caviloso silencio, que me remonta al pasado inmediato... Fue traumático enterarme en plena luna de miel, después de hacer el amor, que mi marido me había escondido la existencia de un hermano, el tío de mis hijos. Aún me descompone el recordar el momento en que me lo dijo, casi me estaba quedando dormida, plácidamente entre sus brazos, satisfecha con nuestro acto de pasión, dónde cada uno dio lo mejor de sí para satisfacer al otro. Luego estalló la discusión, la misma que acabó con la luna de miel. Me puse hecha una fiera reclamándole que siempre me oculta cosas, que no abandona esa manía de querer «protegerme» que lo único que logra es dañar la relación. Le exige ponerse el  pantalón. No iba a tener con él una discusión estando desnudo. Continúe con los reclamos mientras lo veía vestirse: "Volvemos al mismo patrón. No avanzamos, Gianluca, cuando creo que dejamos atrás las cosas que en el pasado ocasionaron problemas, vienes y sales que me has estado mintiendo. Tenemos más de cinco años y seguimos en lo mismo". Estaba tan furiosa, decepcionada que no confiara en mí. ¿Cómo le ocultaba algo tan fundamental a su esposa? ¿Dónde nos deja eso? ¿Cómo nos describe como pareja? Me sentía estafada, apenas conseguía expulsar oraciones coherentes. Lo que realmente me provocaba era salir corriendo de la carpa y dejarlo tirado ahí. Que viera cómo se regresaba al hotel. Yo agarraría a mis muchachos y me iría muy lejos, con mi tía Nubia a la granja. Pero esto es el matrimonio, quedarse, enfrentar las dificultades y tratar de solucionarlas. En cuanto tuvo la oportunidad tomó la palabra y sentado en la cama con los pies en la alfombra y las manos en la cabeza se deshizo en ruegos. Que lo perdonara y le diera la oportunidad de explicar el porqué me ocultó la existencia de su hermano. Que el más que cualquiera estaba avergonzado de haberlo escondido. Siempre cargó con ese remordimiento, pero si no lo compartió conmigo, fue por ser una mentira ajena. Le pedí que se explicara, pues no lo entendía. Me recordó que él mismo se enteró de que tenía un hermano siendo ya un adolescente, a través de unos papeles que por descuido su padre dejó olvidados en su escritorio. El argumento para no contarle, la muerte prematura del chico. Ya no había caso que se enterara de la existencia de un hermano que murió mucho tiempo atrás a causa de deficiencias mentales, solo lo haría sufrir y no valía la pena. Esa parte me juró que fue verdad. Lo que me ocultó todo ese tiempo fue que a sus veinticinco años, después de la intempestiva muerte de su padre, se entera por boca de Vicenza, que su hermano, Paul, no había muerto como su padre le había asegurado, vivía en una residencia a las afueras de Génova. Un lugar especializado en cuidar a personas con capacidades diferentes. Gianluca me aseguró que su reacción fue exactamente igual que la mía, que se molestó, se indignó y decepcionó. Que sentía que lo habían tratado como un estúpido al que debían proteger y eso le causaba repulsión. Él se consideraba una persona capaz de enfrentar las vicisitudes de la vida y el que su padre lo hubiera privado del derecho de demostrar su valía, lo decepcionó completamente, incluso no se lo perdonaba, lo peor, que ya no estaba para exigirle una explicación por su engaño. En ese punto salté y le reproche el que me hiciera lo mismo aún sabiendo lo que se sentía el ser engañado. Su respuesta fue tajante y demoledora, lo hizo por dinero. Sentí mis piernas temblar y me senté en la cama, a su lado, mirándolo en silencio, mientras rogaba internamente que mi respeto hacia él no se desmorona al punto de ser irreparable, porque sería horrible divorciarse por segunda vez y más después de haber tirado la casa por la ventana con la boda eclesiástica. Habríamos batido el récord del matrimonio más corto de la historia, superando el de Carmen Electra y Dennis Rodman. En este tramo del relato entramos en tecnicismos legales que básicamente significa que su padre al no declarar que poseía otro hijo reconocido legalmente, protegido además por la ley de personas especiales, sumergió todo el patrimonio Biachelli en un pantanal que podría originar la retención de todos los bienes por el fisco. Ahí palidecí por las repercusiones de lo que me contaba. Gianluca podría perder toda su fortuna. ¡Villa Biachelli! Pensar en perder nuestra querida casa es un golpe muy duro de procesar. Comienzo a entender cómo se sintió, pero eso no justifica el que me haya mentido, y se lo hice saber, entonces vino la otra parte de la explicación, y que menos me iba a gustar. Al convertirme en su esposa, según la ley italiana, todos mis bienes podrían ser investigados, por ende congelados, hasta constatar, que no me hubiera beneficiado económicamente de los ingresos de la corporación, en cuyo caso pasaría a formar parte del patrimonio en investigación. Se refiere a perder Disegni Corsetto, la fábrica. Si yo no estaba enterada de omisión legal, podría alegar desconocimiento del fraude y salir medianamente del problema. De alguna manera retorcida Gianluca me estaba protegiendo al mantenerme oculto que tenía un hermano, de la misma manera que lo hizo su padre con él, pero esa protección quijotesca no me hace sentir bien. Encuentro absurdo e intolerable el que mis hijos y yo no conozcamos a Paul. Basta de injusticia y de sentir vergüenza por un ser que no tiene la culpa de nada y por lo tanto no debe seguir escondido, a la sombra. Qué clases de principios le vamos a enseñar a nuestros hijos si crecen viendo cómo sus padres se vuelven cómplices de una injusticia, que continúan escondiendo la existencia de un familiar porque este nació con una discapacidad. Me negué y le hice entender que valía el riesgo, que yo era capaz de perderlo todo con tal de tener mi conciencia limpia y si quería seguir a mi lado, tendría que ser en igual de condiciones, con la verdad por delante. No fue difícil convencerlo. También estaba cansado de esa mentira. Que si yo estaba dispuesta a perderlo todo, él también, que lo único que necesitaba en éste mundo para ser dichoso era a los chicos y a mí, de resto podía ser feliz en un apartamento de 60 metros cuadrados. No creo que lleguemos a ese extremo, pero es bueno saber hasta dónde está dispuesto a sacrificar por vivir honestamente. Entonces una vez de acuerdo en lo referente a Paul, decidimos regresar al hotel y armar viaje de vuelta a Italia. Me urgía conocer a mi cuñado y tío de mis hijos. Con respecto a nuestra relación, lo castigue por unos días, para que no sea mentiroso y chapucero. De esta mata ni un coquito. Fueron pocos días, la verdad.

A Pesar De Las Espinas ©Onde histórias criam vida. Descubra agora