Capítulo 104 En Pie De Lucha

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¿Sabes lo bueno de estar embarazada?— Dice Lina y luego de suspirar, se termina de devorar el último pastelillo de la caja. La muy golosa está de lo más relajada, casi acostada en uno de los sillón del estudio, mientras su pequeño vientre de embarazada se eleva en su mayor esplendor. 

— Predica, hermana, a ver si me ánimo.— Le pido en un estado de llenura que no es normal, sobando mi panza. Entre ella y yo nos acabamos todos los postres que trajo, apenas dio tiempo para que tía Nubia y Damian comieran algo. El uno porque solo tolera lo mínimo de dulce y la otra se cuida del azúcar. Por nosotras perfecto, ya que ninguna de las dos consiguió detenerse hasta dar cuenta con todo lo que había en la caja.

— Qué puedes comer de todo, no importa cuánto engordes.— Alega chupándose los dedos.

— Eso no es cierto. ¿Quién te dijo semejante disparate?— Pregunto de modo despreocupado mientras enciendo el computador del estudio para la vídeoconferencia con Erina. Ella encoge los hombros.

— No recuerdo.

— ¿Cuántos kilos has engordado?— Presiono la aplicación para iniciar el enlace.

— ¿Quién lleva la cuenta cuando puedes usar pantalón expande?— Alardea mostrándome su pantalones de embarazada.— Además yo no engordo, es culpa del chocolate que encoge la ropa.— Arqueo una ceja reprobatoria en su dirección, pero no le digo nada porque el enlace se abre.

— Pilas, que ahí se comunica Erina.— Sacudo varias veces su pierna para que se siente derecha y deje de decir chorradas.

— Ya va, que no es nada fácil cargar con una barriga de seis meses.— Dice incorporándose con dificultad.— ¿Estás segura de querer hacer esto?— Pregunta a mi lado, ya sentada como es debido. La miro extrañada. ¿Por qué me pregunta eso? Ella fue la que sugirió que hoy nos conectaramos con Erina, así que no entiendo.

— Pues claro, quiero trabajar, así mantener la mente ocupada.— Rogando dejar de pensar en lo mismo. Pensar es a veces perturbador y me conduce a pagar mí frustración con aquellos que me apoyan, en vez de canalizar toda ese energía en algo productivo.

— De acuerdo, tú lo perdiste.— Sigue en modo extraño.

No llego a pedir que se explique, porque la imagen de mi querida amiga se materializa y me concentro en ella. Mi corazón se atraviesa en mi garganta y me emociono con ganas de llorar.

— ¡Erina!— Exclamo al ver su pixelada imagen. Oh, Erina, qué bueno es volverla a ver, aún cuando sea de esta manera.

— Ela, por fin puedo verte.— Dice con voz estrangulada y con lágrimas a punto de derramar. En un intento de hacer contacto conmigo lleva su palma a la pantalla del computador y yo hago lo mismo. Es obvio que la platinada está tan conmocionada como yo,  debe extrañar nuestras conversaciones diarias, esas que sosteniamos antes que mi vida terminara patas arriba.

— No tengo palabras con qué agradecerte el que estés al frente de Corsetto.— Soy la primera en hablar. Es que se hace necesario reconocer el gran esfuerzo que supone el estar frente a la compañía cuando eso representa permanecer lejos de su esposo.

— Nada tienes qué agradecer, era lo menos que podía hacer. Me siento con las manos atadas, quisiera hacer más. . . — ahoga un llanto con la mano, no puede continuar.

— Erina, ya haces suficiente, más bien dime que André viajó contigo a Italia.— Limpia bajo sus ojos.

— No te preocupes por eso, estamos bien.— Contesta con voz ronca.

Oh, Erina.

— Como no preocuparme, ustedes nunca han estado separados.— Sufro por ella y por mí, que siento en carne propia lo doloroso que es estar separada de quienes amo.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora