Capítulo 47 Poco A Poco

95 8 4
                                    

Envuelta en una mullida toalla entro al amplio vestir de Gianluca. Sonrío al ver mis vestidos colgados en el lado izquierdo del vestidor, los mismos que me comprara entre Londres y París. Gianluca me ha cedido espacio para que pudiera organizar las cosas que traje conmigo, las que junto a Massiel me dedique a ordenar toda la bendita tarde. En esta oportunidad tampoco fue mucha la ropa que empaque, pero algo fue. El resto Lina aseguró que la embalaría junto con mis otras pertenencias y me las hará llegar a través del servicio de encomienda de Liguria Services.

Miro a mi alrededor y observo el lujo que me rodea. Es un ambiente donde el cuero y la madera son los protagonista del elegante espacio. No puedo creer el giro que dio mi vida. Hace un semana atrás estaba en mi pequeño y modesto apartamento, soltera, a medio vivir y ahora me hallo en Italia, conviviendo en pareja con el hombre que amo y ajustándome a mi nueva realidad. Siempre sucede así con Gianluca, su presencia todo lo cambia, como una revolución que modifica el orden de las cosas, así me ha sucedido, trayéndome a su enorme vestidor de estantería simétrica e iluminada. En el centro una unidad con gavetas, que resguarda su colección de yuntas, relojes y otros accesorios. Imagino que es uno de los muchos beneficio de tener tanto dinero, al que tendré que irme acostumbrando. Suspiro y me concentro en decidir qué usar. Busco entre los vestidos y tropiezo con el verde oliva. Lo estaba usando en la ocasión que Gianluca se presentó en el restaurante de la revista, acompañado con la anoréxica que confundí con su amante. Amplio mi sonrisa pues es el elegido.

Mientras ajusto el cinturón metalizado a mi cintura, pienso que no tengo la menor idea de lo planeado para la cena, en cualquiera de los caso el bonito vestido lucirá, si simplemente nos quedamos a comer aquí o si decimos salir a un restaurante. Explayo los ojos. ¡Carajos! Se me olvidó preguntar a Gianluca sobre ese punto, por ende no le confirmé a Constanza sobre nuestro planes y lo más seguro es que no hayan preparado nada.

¡Me lleva!

Es que con nuestro último altercado tampoco me provocó hablarle. Y vuelvo al tema que he tratado de evadir toda la tarde, la desagradable discusión. Definitivamente no soporto a la mujer. Lo más sano para todos es que ella renuncie y se largue de esta casa de una buena vez, pero la muy. . . está como amalgamada a la villa. Es uno más de sus sillones o cuadros, según parece, así que veo poco probable que renuncie.

— ¡Que fastidio de mujer!— Me quejo frustrada. Me monto de mal humor en los zapatos de tacón.

— ¡Querida, llegué a casa!— Escucho la alegre voz de mi italiano.

¡Por fin llegó! Instauro una sonrisa que rivaliza con la de mis simpatía y salgo del vestidor a recibir a mi galán de ébano.

— Hola, amor.— Lo observo cómo afloja el nudo de su corbata, ya sin chaqueta.

— Mira que linda estás,— dice recorriendo mi silueta de arriba a bajo, con una mirada encendida de deseo.

— ¿Te acuerdas de este vestido?— Agarro la falda para ampliarla y me meso de un lado otro.

— Por supuesto, te aprete contra mi cuerpo para sentir tus enormes tetas y luego tuve que ir al baño del restaurante y jalar mi polla mientras soñaba que te las comía. Fue uno contra cinco con el inevitable resultado— Me cuenta mientras además escenifica lo que hacía en el baño.

— ¡Oh por Dios, demasiada información!— Exclamo escandalizada con los dedos presionando mi sien y mirando al piso para no ver lo que hace. Escucho su vibrante risa retumbar en la habitación. Este hombre cree que está en el metro. Se acerca y me abraza.

— Hueles muy bien, tu blanca piel se siente suavecita.— Acariciar mis brazos desnudos con sus largos y habilidosos dedos, y me produce una deliciosa sensación entre escalofrío y cosquillas.

A Pesar De Las Espinas ©Where stories live. Discover now