Capítulo 116 Sin Miedo A Nada

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Me voy perdiendo en el aroma que desprenden sus cabellos. Me voy perdiendo en su forma de devorar mis pechos, mientras siento como se aviva el fuego en mi interior, el que me hace olvidar mis temores, mis heridas y hasta el miedo a sufrir. 

Gianluca abandona mis pechos para buscar con el mismo afán mis labios y en medio de su abrasadora demanda, entiendo que moría por hacer esto, por basarnos hasta deshacer nuestros labios, sentir su abrazo tan fuerte como el mío, que pueda escuchar cuán loco late mi corazón. Lo amo. Lo amo. No he dejado de amarlo ni un instante. Ni una mínima parte de mi ser ha desistido de quererle. Es una locura, lo sé, pero es la realidad. Amo a este hombre como si estuviera incrustado en mi sistema nervioso central, y el que haya firmado un documento que dice: «Acta de divorcio» no desaparece ese sentimiento.

Abandona mis labios para pasar sus brazos por debajo de mis muslos, cargarme y llevarme con él. Dejo caer la cara contra su pecho, sin soltar su cuello, dejando todo surgir. Ya no hay marcha atrás. Sé que me lleva al sofá, donde tantas veces hemos hecho el amor, cuando nos sorprendía el deseo, del mismo modo que ha ocurrido hoy.

Otra vez en el piso y de frente, centro en sus ojos mi mirada de un modo que las palabras sobran. Parece que el silencio nos conecta de una forma que las palabras no pueden y en ellos nos damos el permiso para continuar.

Abro su camisa, necesitando sentir su piel como tersa y morena se percibe suave bajo las yemas de mis dedos. Exploro su pecho llegando a unas de sus tetillas y Gianluca suspira en mi cuello. Oh, lo extrañé tanto, así, mío, entregado a la misma pasión que me consume. Me encanta sentir su aliento cálido contra mi piel. Sigo hacia su estómago, firme y plano, como preludio de nuestro momento de pasión, así que alzo los ojos y se conectan a los suyos. No hablamos y, aunque me muero por decirle las cosas que no digo, me callo y le apuesto a la esperanza de ser capaz de hablar cuando la pasión se apague. Gianluca sube la mano por mi pierna, arrastrando el vestido hasta la cintura, formando un bulto que despeja la zona de mi cuerpo que le urge alcanzar, sus ojos lo gritan alto y claro. Llegan los dedos que mete dentro de mi ropa interior y ahí, en el lugar justo y sensible, trazan círculos provocando mis gemidos. Gianluca sabe exactamente dónde tocarme y cómo hacer que mi cuerpo vibre y se pierda en la locura. Una y otra vez me tienta a ir más allá, a desear el alivio que únicamente él puede concederle a mi pobre corazón.

— Estás húmeda y caliente.— Me voy perdiendo en el susurro de su voz y en el roce de sus dedo. De repente se detiene, demasiado pronto.— Quítate la braga.— Ordena abriéndose el pantalón. Ya no aguanta más.

Sé que no vale la pena resistirse, he perdiendo la cabeza por la pasión, incluso ignoro las alarmas distantes que suenan en el fondo de mi mente. Qué más da lo que piensen de mí, que más da lo que digan de mí, si estoy loca es cosa mía, así que cumplo sus deseos y me bajo la panty, mientras lo veo sentarse con el pantalón enrollado en los tobillos y enfundarse el preservativo. Oh, me muero por entregarme. Gianluca me coge de la cadera cuando está listo, tan ansioso como yo. Separo las piernas para sentarme en horcajadas sobre él, como lo pidió. Agarro sus brazos así mantener el equilibrio, pero antes de continuar me dice:

— Haz lo tuyo.— Presiona mi cadera para que la baje y lo cubra por completo. Lo hago y poderoso se abre paso dentro de mí, entero.— Siiii,— sisea. Se queda quieto y me coge de las caderas una vez más para introducirse más adentro, haciéndome gemir.— Mujer.— Gruñe rozando mi mandíbula con los dientes, mordiendo, succionando y después me besa otra vez con brusquedad. Lo rodeo con mis brazos apretándolo contra mí, decidida a hacer desaparecer todo lo malo que nos espera detrás de las puertas de esta oficina.

Empiezo a moverme una y otra vez, frenética, primitivamente. Mi cuerpo toma el control, acelerando y aumentando las sensaciones hasta que me inundaba y voy al encuentro de cada embestida, donde él me espera perdido en un ritmo establecido. Escucho su respiración difícil, trabajosa y feroz. Sé que está perdido por como muevo las caderas. Gime en voz alta y yo jadeo. Me desea aún más, me necesita y cuando intenta comunicarse conmigo, esta es su forma de expresión. Esa necesidad que tiene de mí es muy erótica y me alegra comprobar que todavía soy capaz de sorprenderle. Estoy llegando. Sabía que esto no se iba a alargar. Tengo mucho tiempo que no hago el amor. . . Solo con él quiero hacer el amor. . . y me está llevando más allá, abrumándome, arrastrándome con él. Esto es lo que quiero. Lo quiero tanto. . . por él y por mí.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora