Epílogo

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Una suave y tibia brisa de verano mueve la fina gasa de las cortinas del ventanal, intencionalmente abierto, trayendo consigo el aroma de las flores del jardín, rosas,  jazmines y lilas, perfuman el ambiente. El ligero viento transita como danza delicada por los amplios salones de la querida Villa Biachelli, confiriendo más confort y calidez de hogar. En el salón familiar, los portarretratos exponen la victorias ganadas en formas de momentos felices, imagines que toda familia resguarda. Una en especial se muestra a todos atravesando el jardín, de cara al lago. Padre y madre con las manos entrelazadas después de pronunciar sus votos matrimoniales. El vestido de novia es una sublime creación propia en encaje blanco con escote en V en la espalda, de cola larga roza el césped. En su manos el ramo ataviado de variadas rosas que crecen en el vergel. Él luce, de modo soberbio, una levita en gris, mientras carga en su otro costado a su bebita, con su hermoso vestido pavoroso en tul blanco, similar al de su hermana mayor, que salta siguiendo a sus padres del mismo modo qué lo hacen sus otros dos compañeros de juego, ambos vistiendo igual de formales que su padre. En esta casa reina la felicidad, armonía y paz, gracias al amor, que como viento poderoso te ayuda a levantar. 

Carcajadas infantiles y parloteo provienen de la piscina, ahí, familiares y amigos en bañadores, se divierten en una amena velada de vacaciones muy bien ganada. Atrás quedaron los momentos difíciles, las tensiones y recriminaciones. Hoy todo es diversión y paz. Bueno, esto último, no siempre.

—¿Hoy llega Chucho? —Erina le pregunta a Lina haciendo conversación, con Antoine en sus rodillas.

La platinada se ha estrenado como mamá y aunque sigue aprensiva por el gran compromiso de su nuevo rol, su hermoso bebito de ocho meses rebosa de salud y es una estampa de la felicidad que lo rodea, por unos padres cariñosos y derretidos de amor por él. Lina con sus lentes oscuros y tendida plácidamente en la tumbona se toma su tiempo en contestar, prefiere seguir disfrutando de los cálidos rayos del sol, que hablar de su ausente esposo. Tras un profundo suspiro habla, pues no tiene más remedio:

—Hoy en la noche llega. Termina la gira de promoción del libro y viene por nosotras—. Apenas dice, sin cambiar de posición ni molestarse en mirar a Erina.

—Estoy muy orgullosa de Jesús. Su primer libro y ya es un best-seller —. Intervengo con un doble propósito, para medir el humor de Lina y ver si abandona esa indiferencia hacia los logros de su marido. 

Alessia chilla y cambia el rumbo de sus torpes pasos obligándome a ir también. Con once meses intenta caminar, así que me la paso siendo su andadera. De manos agarradas voy con ella donde le apetezca, lo malo es que me mantengo doblada y mi espalda se empieza a resentir. Campa y Ñero siguen echados cerca de los ventanales, despreocupado porque las algarabías de los chicos no representan ninguna alarma para ellos.

—Supongo—. La escucho decir en un tono displicente acomodando el sedoso pareo que cubre sus piernas. 

—Ay, Lina, deja la indiferencia que a nadie engañas. ¿Por que no admites que estas molesta con Jesús? Deberías estar feliz por él. Se supone que así son las relaciones, apoyarse el uno al otro.—Soy yo la que estoy molesta, pero con ella, por malcriada y poco comprensiva con el pobre Chucho, que solo está recogiendo el fruto de su arduo trabajo. Su libro de policías corruptos es un éxito en ventas, cumpliendo su más anhelado sueño, convertirse en escritor.

— Ajá. Quisiera ver que harías tú si tu marido te abandona, primero por escribir un libro y ahora con la gira de promoción, que de seguro le proporciona carne fresca, chicas dispuestas a todo con tal que el joven y guapo escritor le preste un poco de atención. Mi rival no son mujeres, es más triste, son los libros. Menos mal que tuve una hija, porque ya no estamos en la tierra del porno, cuando él y yo hacíamos de todo sin cansarnos.— Habla desbordando emociones, es decir, rencor y frustración, por lo menos es la Lina que conozco, la de sangre caliente en las venas, no esa tempano de hielo que simulaba ser.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora