Capítulo 106 Todo o Nada

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Por favor, qué sea lo que imagino.— Hablo dominada por la ansiedad, rogando que sea el final del calvario que me ata e impide que me reúna con mis hijos. Damian me agarra la mano, presionándola. Ignoro si es para calmar mis ansias o prestarme apoyo.

— Me es difícil leer la mente.— Aristigueta se carcajea rápidamente y continúa,— pero estoy seguro que ha dado en el clavo.— Sonrío ampliamente, como hace tiempo no lo hacia. Y cómo no voy a sonreír, si pronto veré a mis niños.

— Dígame, entonces.— Insisto, sintiendo que en cualquier momento mi corazón va a estallar de la emoción.

— La fiscal asignada al caso, está dispuesta a llegar a un acuerdo con nosotros.— Hace una pausa y sonríe. Me mata el suspenso.— Ofrece, homicidio involuntario, de 3 a 5 años. Con buena conducta obtendrá su libertad en año y medio. Tras negociar logré además, continuar con el beneficio procesal de casa por cárcel, lo que significa que podrá ejercer su profesión, eso sí, prohibido las apariciones públicas, como su presentación al final del desfile, el cual le recuerdo estuve en desacuerdo.— Termina con la misma recriminación de esa oportunidad, cuando reprochó mi decisión de salir a recibir los aplausos por mi trabajo. No hablo, todavía proceso la información recibida.

— ¿Tendría que declararme culpable?— Le pregunto conteniéndome, frenando mis impulsos, mientras imploro haber entendido mal.

— Por supuesto.— Confirma Aristigueta.

Suelto la mano de Damian, de momento no es aconsejable que alguien me toque y menos cuando el piso bajo mis pies se hunde con el peso del desengaño. Todo lo veo rojo y me sube la bilis por el tracto digestivo.

— ¡Yo no he llegado tan lejos para declararme culpable!— Grito para  drenar mi frustración, mientras la decepción esfuma mis recién nacidas esperanzas. Esto no era lo que yo esperaba.

— Pero, Ela. . .

— Hay algo que no entiendo.— Damian interrumpe al abogado cuando intentaba decirme algo.— Usted aseguró de modo reiterativo que el caso tenía grandes posibilidades de resolverse a favor de Ela y viene con un acuerdo donde básicamente le pide que admita que asesinó al bastardo que la ultrajó y en consecuencia ir a prisión. No sé, pero como yo lo veo, usted nos ha mentido. Nos ha estado engañando.— Dice alto y preciso de forma despectiva. Afirmo de acuerdo con él. Más claro no lo hubiese dicho yo.

— Disculpe, pero jamás aseguré que el caso se resolvería a favor de la señora, fui muy claro, dije que tenía un buen presentimiento. ¿Sí ven la diferencia?— Nos mira a ambos, esperando nuestra comprensión.

— ¡Esto es una mierda!— Vuelvo a gritar, arrastrando mis cabellos hacia atrás, al borde del desespero. Esto es el fin de mis esperanzas. Lo que tontamente creí que eran buenas noticias se convirtió en la lápida de mis sueños. Es demasiado tiempo. Ya he pasado muchos meses lejos de mis hijos y pensar que tendré que esperar casi dos años antes de verlos, me parece una tortura. Me olvidarán, si es que no lo han hecho ya.

— Es obvio, se ha vendido a la otra parte.— Damian acusa sin reparo. Lo miro sorprendida. ¿Será posible?

— Un momento, no le permito mancillar mi ética profesional.— El abogado enfrenta a su acusador, que lo fulmina con la mirada. No interfiero, porque en realidad preferiría que Damian acabará con él. Está listo, esperando mi orden para hacer trizas al sujeto, que me ha decepcionado a niveles indescriptibles. Como medida de defensa, Aristigueta lleva sus manos al frente y da un paso hacia atrás, alejándose del italiano antes que imparta justicia. Ha intuido perfectamente lo que en cualquier momento pudiera suceder.— Miren, antes que se lancen sobre mí y me coman vivo, dejen que les explique por qué considero una buena noticia, lo que para ustedes es la prueba de mi traición. ¿Me lo permiten?— Solicita nuestra venía, mirándonos con ojos engrandecidos, llenos de súplicas.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora