Capítulo 43 Cuesta Creerlo.

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Gianluca abre la puerta principal del espacioso penthouse y con su mano me indica que entre. Así lo hago, y más atrás me sigue Nico y por último él. No es el lugar que recuerdo, está totalmente remodelado. En el gran salón principal el mobiliario seleccionado sigue la línea de alto costo, acorde, como es de esperar, al elevado estándar del lugar. La decoración exhala sofisticación. Refleja los colores vivos del medio oriente, con superficies brillantes; sofás de exquisitas y refinadas telas que simulan el terciopelo, suave y lisas alfombras que cubren partes del piso de mármol. El arte moderno da vida a las paredes, que aunado a los fuertes acentos de colores en los detalles, definen la personalidad del apartamento, que solo rivaliza con las impresionante vistas panorámica de la ciudad. En definitiva el lugar es soberbio y huele a nuevo, pero carece del toque de hogar. Para mi gusto es muy impersonal.

— Vaya, no escatimaste dinero en la decoración.— Dejo escapar mi sarcástico comentario haciendo una gesto con la mano para abarcar la opulencia de lo que me rodea. Lo siento, no lo pude evitar.

E' ridículo decorar un lugar como este con sencillez, además, recuerda que no es para mí, es pensando en agradar un potencial inquilino.— Dice de vuelta y pese a mi mala hiel le concedo la razón.

— Yo sólo decía.— Lo miro como quien esconde la mano después de haber tirado la piedra. Gianluca no contesta, se limita a dejar escapar el aire, asimismo como las llaves sobre la mesa redonda ubicada al pie de la escalera. Es el único mobiliario que aún prevalece.

— Hay una habitación en este piso y se me ocurre que la ocupes tú, para que no tengas necesidad de subir o bajar escaleras.— Informa afable.

— Me da igual, solo quiero descansar.— Replico sin darle tregua, haciéndome la difícil.

— Como quieras, Raffaella. Te llevo.— Con algo de fastidio, seguro cansado de la situación, señala la dirección que debemos tomar, un pasillo a la izquierda.

— No, recuerda que Nico está encargado de ayudarme.— Repongo con aspereza sin moverme de mi lugar. El otro italiano reacciona de inmediato tomándome de la mano y me saca del salón como si quisiera evitar que estalle un conflicto armado.

Nico me conduce por un pasillo inmaculadamente blanco, donde únicamente hay dos puertas laqueadas. La primera que nos conseguimos del lado izquierdo está cerrada, así que ignoro que se oculta tras ella. La siguiente, a la derecha, es la que ocuparé.

Es un precioso dormitorio minimalista, donde resalta de la paleta de colores, el blanco, negro y gris; en paredes, alfombras y el soberbio plumón que decora la enorme cama. Único punto de color, una sobrecama de satín en color verde pistacho. Por suerte trae un baño incorporado.

— Non seas tan dura con él, que también lo ha pasado mal.— Salta Nico a defender a su amigo, como siempre.

— ¿Lo ha pasado mal? Yo fui la que ha sufrido, la rechazada, él solo vive las consecuencias de sus acciones.— Replico indignada y me vuelvo a sentir mal por cosas que ya no deberían importarme.

Ma está arrepentido,— asegura con pena. Mi respuesta es correr los ojos. Sí, cómo no,-— no es fácil cambiar tu esquema de vida, con el que has crecido. Ya una vez te lo comenté.-— Me recuerda tocando mi brazo y aunque lo admiro por su devoción hacia su amigote, por otro lado me molesta muchísimo que le solape sus sinvergüenzuras.

— No estamos hablando de un niño, sino de un adulto que a pesar de su formación puede cuestionar su conducta. Es un hombre inteligente.— Le recuerdo en tono cortante.

Ma prisionero de sí mismo y te ama.

— Lo siento, no puedo lidiar con eso en este momento.— Le digo y me alejo de su cercanía para irme a sentar en la cama, sin soportar que él también insista en que Gianluca me quiere. De pronto las fuerzas me faltan.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora