Capitulo 13 Armisticio

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¿Qué sucede? ¿La porción de torta está más allá de tus limites?— Octavio pregunta con expresión divertida al regresar de nuevo a su silla.

Mi novio piensa que no me he terminado el postre por su tamaño, por supuesto ignora que la verdadera causa de mi inapetencia es la interrupción de su amigo y posterior hostigamiento. Decido que es mejor que siga en la ignorancia. No veo el caso de aclararle y más si únicamente conseguiré una discusión entre ellos que no conllevará a resolver nada, sólo ha prolongar el mal momento. Suficiente fue con el horrible episodio días atrás.

— Sí, es muy grande, además me causa remordimiento por mi dieta.— Esgrimo la mentira con elocuencia.

— Una preocupación menos, creí que eras una golosa insaciable, aunque es una ventaja en algunos casos, salvo para la comida.— Después de soltar la insinuación termina con una sonrisa.

— Ya ves que no.— Digo por lo bajo, viendo precisamente la porción de torta, la que aparto a causa de un repentino desagrado.

— Okey, ¿qué te parece si hablamos de la fiesta?— Pregunta entusiasta sin darse por enterado que no le seguí la corriente; así que esta vez asiento retomando mi buen humor. Es mejor que pensar en un italiano insoportable.— Mi chófer te buscará al rededor de las nueve.— Comienza a explicarse.

— Estaré lista.

— Te llevará al hotel donde se realizará la fiesta. No podré ir por ti, es que tengo que estar haciendo frente a todo lo pendiente en el salón.— Se disculpa pidiendo mi mano, la que entrego de buen agrado.

— Lo entiendo, Octavio; tú concéntrate en tus cosas, que yo llegaré puntual.— Aseguro comprensiva, para que se esté tranquilo.

— Gracias, nena, por entender. Sé que hemos estado algo distanciados últimamente y ya lo habíamos conversado, sin embargo, te prometo que una vez que acabe el evento y resuelva mi negocio con Gian, seré todo tuyo. Hasta se me ocurre hacer un viaje juntos ¿Qué te parece la idea?— Me sorprende su propuesta, así que mi sonrisa se intensifica.

— Me encantaría.— Acepto sin reparo.

— Estupendo, en otro momento planificamos la escapada,— asiento feliz y él prosigue.— En la fiesta, tendremos una mesa exclusiva para la familia, lo único malo es que Gianluca estará en ella.— En cuanto escucho la trágica noticia no puedo evitar que mi expresión demuestre enfado.

— ¡¿Y para entonces no se habrá largado ese hombre?!

— Por lo visto no,— presiona los labios algo disgustado.— Aunque no lo creas, estoy igual, pero misteriosamente ha alargado su estadía.— Encoge los hombros y yo me sumerjo en un mar de decepción.

— Seguro la flaca tiene mucho que ver.— Pienso en voz alta.

— No, más bien es el dinero, es lo único que lo motiva,— asegura,— pero igual mis negocios con él han dado un giro favorable, tanto que están a punto de concretarse.— Sonrío alegre por él; por lo menos es una luz en el camino, así que decido que es mejor no dejar que me siga afectando la presencia del burgués.

— Me alegro por ti, no sabes cuánto, sobre todo porque eso significa que pronto te librarás del parásito.

— Ela, sólo tú podrías llamar parásito a Gianluca y sonar convincente; pero bueno, todo se está encaminando que es lo importante,— manifiesta satisfecho.

— En cuanto a mí, estamos estancado con nuestra causa, el Alcalde no nos recibe.— Es mi turno de dar noticias, aunque éstas no sean las mejores.

— Nena, cuánto lo siento. ¿Has pensado en mi propuesta?— Pregunta presionando mi mano, que no ha dejado de resguardar entre las suyas.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora