Capítulo 105 Fragmentos

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¡Su primera foto!— Damian proclama por todo lo alto con el papel del ecosonograma en la mano.

Solo es un bebé, lo que resulta un alivio considerando mi situación e historial.

— Es ridículo, Damian, ahí no se ve nada más allá de un punto.— Refuto dejando mi bolso encima de la mesa del vestíbulo, sin entender a quién se dirige, aparte de nosotros no hay nadie en el lugar. Mí tía sonríe cerrando la puerta de entrada del penthouse.

— Ustedes escucharon a la doctora, ese punto muy pronto se convertirá en un bebé.— Asegura mirando insistentemente el papel, dándole la vuelta para buscarle sentido. Me río. Otra vez se le perdió el punto.

— Déjalo, hija, no ves que está feliz.— Intercede mi tía poniéndose de su lado, como siempre.

— ¿Cuál dijo la doctora que era el saquito?— Me pregunta con el entrecejo fruncido, acercando el papel fotostático, pero sin soltarlo. Le señalo la minúscula figura por octava vez desde que salimos del consultorio.

— Éste. ¿Si ves? Un punto de nada.— Le digo de manera despectiva. Él sonríe al distinguir el saco embrionario.

— Ese punto es vida.— Insiste levantando la vista, con una amplia sonrisa que divide su rostro en dos.

Presiono los labios para contenerme, y no decir algo por lo cual arrepentirme. Para ser franca, no recuerdo ni una sola ocasión en que Damian haya manifestado tal grado de entusiasmo, por lo menos no en mi presencia. Lo curioso es que parezca más animado que yo, debe ser que para él es una novedad, una experiencia que nunca antes había vivido, mientras que para mí es una imposición del psicópata que me ultrajó y por lo cual perdí a mi familia. Si, debe ser eso.

— Hay que descansar, hija, recuerda lo que dijo la doctora Patricia.— Mi tía me presiona el brazo haciendo mención de las recomendaciones de la especialista que recién visitáramos.

— Si, que me encuentro en perfecto estado y puedo llevar una vida normal. Lo que sea que eso signifique en mi caso.— Le recuerdo yo a ella. Lo que menos deseo es que me traten como una enferma y me obliguen a guardar cama. Necesito trabajar, mantenerme mi mente ocupada en lo que sea excepto pensar en aquello que me lástima, y el cansancio espanta los pensamientos nocturnos que por lo general terminan haciéndome llorar. No consigo olvidar sus labios, cuando eran míos y decían que me amaban.

— Pero no debes abusar.— Interviene Damian. Bato las pestañas intentando que no note mis repentinas ganas de llorar.

— Ya tenemos la mayoría de los diseños seleccionados para la nueva colección, sólo falta que apruebe algunos otros y podremos comenzar a reproducirlos.— Logro hablar con normalidad, a pesar del nudo en mi garganta.

— ¿Acaso eso no puede esperar para mañana?— Persiste mi tía.

— Es cierto, Principessa.— Añade Damian, respectivamente. Oh Dios, soy abordada por varios frentes. Perfecto, dos contra uno.

— Es solo ver unos vídeos. Lo haré sentada, frente a la portátil. Además ya les he dicho que diseñar me libera y me ayuda a lidiar un poco con el dolor.— Soy sincera, para qué negar lo evidente, que aún sufro como si fuera el primer día, sólo que me he vuelto una experta en disimular. Mi frente común se mira entre sí.

— Bien que te conozco y sé cuándo no vas a dar tu brazo a torcer.— Acepta mi tía y yo doy por terminada la interpelación.

— Entonces yo voy a mi habitación a pegar la foto en el álbum que compré.— Anuncia Damian y muestra la bolsa de la tienda, para irse dejándonos solas.

— ¿Estas segura que él no es el padre del bebé?— Me pregunta indiscretamente mi tía. La recrimino con la mirada. ¿Cómo puede decir semejante impertinencia?— Lo siento, no debí decir eso. Estuvo mal.— Se retracta muy avergonzada. Pero como culparla, solo puso en manifiesto una realidad, que Damian se comporta como si fuese un alegre padre primerizo.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora