Capítulo 109 Largo Camino A Casa

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Alesia Santori.— Damian susurra por centésima vez el nombre de la pequeña que arrulla entre sus brazos. Ella duerme placidamente, mientras él la contempla con reverencial amor. Le brillan los ojos y una inmensa sonrisa ha sido tallada en su rostro.

Todavía encuentro inapropiado que mi hija lleve el apellido de un hombre que no es su padre. Damian la ama y de eso no me cabe la menor duda. Lo ha demostrado con sus cuidados, atenciones y entrega absoluta, pero de ahí a sentirse con el derecho o el deber de darle su apellido a Alesia, no sé, me parece excesivo. Es mi culpa. Me dejé arrastrar por todos esos sentimientos que sostenía internamente en la sala de parto, en especial el agradecimiento, por ser mi apoyo en cada uno de los desafíos que he enfrentado, siempre cuento con su mano amiga. Oh, y lo más significativo, lo que nunca podré olvidar, sostuvo mi mano alentándome, mientras yo pujaba hasta traer a mi hija a este mundo. No me alcanzarán las palabras para agradecerle su protección, su desinteresada ayuda y compañía. De ahí que claudiqué cuando el pediatra que atendía a la bebé, solicitó para el registro de nacimiento su nombre completo y Damian, dando un paso al frente, la declaró con orgullo como una Santori. Agotada sobre la cama y aún con el escozor entre mis piernas, guarde silencio en un debate interno, si era correcto arruinar el momento al rechazar tan noble ofrecimiento, encima humillarlo frente al cuerpo médico. Pero ya recuperada del cansancio y del sentimentalismo emocional, no puedo continuar permitiendo que Damian cargue con la responsabilidad de reconocer como suya a mi hija.

— Casualmente quería hablar al respecto.— Digo desde la cama de hospital, debajo de las mantas.— No encuentro apropiado el que tú tengas que prestarle tu apellido a Alesia.— Continúo con el mayor tacto posible por lo sensible del tema. Damian frunce el ceño y se acerca con la bebita en brazos.

— No estoy prestando nada. Para mí es un honor que lleve mi apellido.— Por su tono de voz puede suponer que se ha molestado.

Con sumo cuidado, Damian deposita a Alesia en la cuna hospitalaria. Ella está envuelta con una cobija ligera rosa, de tal manera que parece un tamal, un tamal relleno de amor y ternura. Apenas y se le ve la redonda carita y unos lacios mechones negros se le escapa debajo de la manta. Ella se queja por un segundo, no le ha gustado que la haya soltado. Qué barbaridad, cuán rápido aprende a manipular. Damian la calma al recurrir al shh, shh, shh, detrás de su orejita. Y como si tuviese mano de santo, logra que ella siga durmiendo. Sonrío conmovida con la destreza que Damian ha adquirido, con la simple lectura de los libros que devoró durante mi embarazo. Al cerciorarse que Alesia sigue calmada viene a sentarse a mi lado, de mejor humor. Tal parece que el arrullo también lo apaciguó a él.

— Todo niño tiene el derecho a ser reconocido por un padre.— Dice sin rodeos, con una razonamiento que francamente encuentro retrógrado.

— Ella tiene una madre. Estamos en pleno siglo veintiuno. Ya los niños no son rechazados por ser hijos naturales. Esos convencionalismos a Dios gracias han sido superados.— Argumento a mi favor.

— ¿Quién dice eso? Yo fui un niño natural y si mi vida es hoy como es, es gracias a que Maria y Enrico Santori me bendijeron con su apellido.— Aunque su testimonio apela a mi lado sentimental, todavía no me convence.

— Damian. . .

— Bajo la protección de mi apellido ella será intocable, a salvo de las aspiraciones de la familia de ese bastardo. ¿Quién descarta que el día de mañana algún familiar interponga en tu contra una demanda, exigiendo que Alesia sea reconocida con el apellido Laponte? ¿Eso quieres?— Oh, había olvidado ese detalle. Aida me ha comunicado a través de Aristigueta, sus deseos de reconocer a Alesia como hija de Octavio. Ella recibiría el apellido Laponte, algo que consigo repugnante. Lo ultimo que deseo es que mi pequeñita esté involucrada  con ese degenerado. Si de mi depende, ella jamás sabrá quién fue su padre. Mi deber fundamental es protegerla, que crezca sin la vergüenza de saber que es descendiente de una escoria que violó a su madre.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora