Capítulo 37

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NINA

Cuando cambio se siente como la visión de un lirio al florecer, un capullo retraído que lentamente se expande. Los pétalos se abren uno tras otro mostrando su auténtica belleza. Extiendo mis enormes alas cubiertas de plumas de oscuro color dorado y quedo suspendida sobre las copas de los inmensos árboles que pueblan el bosque. El suave viento me empuja hacia delante como si fuese arrastrada por las olas del mar. Inspiro y el aire más puro inunda mis pulmones.

Esto es la auténtica libertad.

Observo los kilómetros interminables de bosque que se extienden varios metros por debajo. Las ramas desprovistas de gran parte de sus hojas, debido a la estación del año en la que nos encontramos, me permiten vislumbrar la tierra que rodea su base.

Entonces, el rápido movimiento de varias figuras llama mi atención y agudizo la mirada para poder observar mejor. La escena se vuelve nítida y clara. Varios lobos corren a gran velocidad sorteando los oscuros troncos de los árboles y esquivando las traicioneras raíces que emergen a la superficie. La fascinación que me producen sus coordinados movimientos y la grandeza de su especie hace que inconscientemente comience a seguirlos, curiosa por saber a dónde se dirigen.

Los tres lobos comienzan a ralentizar su marcha hasta que finalmente se detienen con brusquedad. Sus cuerpos parecen adquirir una postura amenazante mientras fuertes gruñidos, que se elevan hasta mi posición, abandonan sus gargantas. Confundida por su comportamiento, desciendo ligeramente para poder observar aquello que causa el erizamiento de su abundante pelaje.

Mis ojos se amplían enormemente cuando vislumbro la causa de ello. Un lobo de parduzco pelaje y ojos ambarinos retrae sus fauces convirtiendo su rostro en la terrible máscara de una bestia enloquecida. Sus compañeros, de menor tamaño que él, lo rodea mientras mantienen una distancia prudencial lejos de sus afiladas garras, que lanza a hacia delante para intentar alcanzarlos. El gran cuerpo del lobo pulsa con su pesada y acelerada respiración.

Ryker.

Pego mis alas al cuerpo y me precipito hacia abajo. Caigo en picado mientras mi cuerpo gira alrededor de un eje invisible para esquivar las desnudas ramas de los árboles. La distancia rápidamente se convierte en centímetros y antes de colisionar contra la tierra extiendo mis alas y cambio. Mis pies se posan sobre el suelo soportando el repentino peso incrementado de mi forma humana y el aire sale fuera de mis pulmones con brusquedad. Mis rodillas se flexionan y me hubiese caído de no ser porque mi mano alcanza la tierra para actuar como apoyo.

Los lobos retroceden sorprendidos por mi repentina aparición y gruñen nerviosos, pero los ignoro incapaz de apartar la mirada de Ryker, cuyo cuerpo vibra como si fuese una bomba a punto de estallar.

Ryker —susurro con enorme preocupación y tristeza al verlo así de nuevo —. Tienes que calmarte — mis palabras se vuelven más fuertes y su cabeza se sacude como si el elevado tono le molestase —. Vuelve conmigo, por favor.

Sus ojos brillan con intensidad y da un paso amenazante en mi dirección. El fuerte gruñido que se inicia en su pecho es una clara advertencia de que debería alejarme. Sin embargo, esa no es una opción.

No correré.

No huiré.

No de él porque... lo amo.

— Te quiero, Ryker —confieso, entonces, con la esperanza de que tales palabras cargadas de una enorme sinceridad hagan mella en él y atraviesen la locura que inunda su mente —. Necesito que luches. ¡Lucha! — acabo gritando y sus ojos se quedan fijos en los míos.

Mi corazón late con fuerza en el interior de mi pecho mientras observo como su mirada se aclara de un plumazo, su respiración se ralentiza y su expresión se relaja. Inmediatamente acorto el espacio que nos separa y me dejo caer de rodillas frente a él. Alcanzo su cuello con mis manos y, aferrándome a su áspero pelaje, lo abrazo con fuerza. El alivio me inunda mientras lo estrecho entre mis brazos y siento su cálido aliento contra mi espalda.

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now