Capítulo 8

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El oxígeno entra de golpe en mis pulmones inundando cada una de mis células y despierto, bruscamente, tomando una gran bocanada de aire. Me incorporo sobre el incómodo camastro de color gris oscuro y me llevo la mano al pecho tratando de calmar mi respiración agitada. Mis ojos se elevan y me encuentro con la penetrante mirada de Ryker desde su celda al otro lado del pasillo.

— ¿Qué ha pasado? — pregunto confundida.

Mi mente es una maraña de pensamientos que quedan emborronados por una espesa bruma blanquecina. Reconozco dónde estoy, también al hombre cuyos ojos ambarinos no se apartan de mi rostro ni por un instante, pero no consigo recordar lo que ocurrió antes de que quedase inconsciente.

— Tú... — la palabra sale con brusquedad y dureza pues sus dientes están fuertemente apretados. La tensión recorre su mandíbula —... casi mueres.

Entonces, la bruma se desvanece como si hubiese sido arrastrada por una intensa corriente de aire y el conocimiento me llena. Con mi mano, que continúa contra mi pecho, agarro con fuerza la tela blanca de mi camiseta. Recuerdo el intenso frío que no hace mucho me consumía, una sensación dolorosa que no parece más que un mal sueño, pues mi temperatura corporal vuelve a ser normal y ya no siento tal gélido picor asolando mi cuerpo.

— Estás enfadado conmigo —murmuro entonces dándome cuenta de la forma en la que me mira, como si quisiese atravesar las barreras que nos separan para zarandearme hasta dejarme de nuevo sin sentido.

Un ligero temblor recorre la musculatura de sus anchos hombros acompañado de un bajo gruñido. Con su pelo rapado de esta forma y la barba espesa que cubre la parte inferior de su rostro se asemeja a uno de esos peligrosos motoristas que aparecen en las películas. La intensidad de su, de repente, oscura mirada provoca una ligera ola de temor que atraviesa mi cuerpo.

— Querías morir —escupe él con rabia.

Incapaz de soportar el peso de su intensidad, aparto la mirada. De repente, la vergüenza me inunda. Ryker tiene razón, me dejé llevan por la desesperación y me rendí al oscuro abrazo de la muerte. Si mi hermano pudiese verme ahora estaría verdaderamente decepcionado conmigo y el sólo pensamiento de ello provoca que mis ojos se humedezcan.

— Bienvenida a la tierra de los vivos —interviene, entonces, una voz conocida.

Nhor — pronuncio su nombre mientras me levanto del camastro con cierta dificultad, pues una repentina sensación de mareo me invade, y me aproximo hacia el cristal de mi celda. Sin embargo, Ryker no reacciona de la misma forma. Sacude la cabeza con furia y se aleja dejándose caer sobre su camastro. Los muelles crujen de forma sonora bajo el enorme peso de su cuerpo —. Tú debes saber... —aventuro pues no estoy totalmente segura, pero lo que he visto hasta el momento me hace sospechar que Nhor no es una simple prisionera como nosotros —. ¿Por qué Matías nos mantiene aquí? ¿Qué es lo que quiere de nosotros?

Después de que el hombre que dirige estas instalaciones jugase con mi corazón, no de forma figurada sino literalmente, necesito saber la razón de todo esto pues el odio hacia él no deja de crecer. Necesito una base en la que sostener ese sentimiento para así dejarlo crecer.

Ella hace este sonido... como si quisiese reír, pero sin permitir que el sonido atraviese sus labios. Breve y seco, tan poco como comienza se acaba y, entonces, Nhor habla:

— Al principio, Matías tenía una teoría —ella debe estar junto al cristal de su celda pues escucho su voz más clara que nunca —. Él creía que todas las personas que habitaban este mundo guardaban en su interior una pequeña de porción de Cambiaformas.

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now