Capítulo 4

47.7K 5.3K 924
                                    

Anoche tuve un sueño muy extraño. Después de que el gas anaranjado comenzase a emerger de la parte inferior de las paredes inundando así la celda, caí en la más profunda inconsciencia. Mi cuerpo lacio se desplomó sobre el camastro y mis ojos quedaron fijos en el suelo de cemento hasta que mis párpados fueron incapaces de mantener su peso para permanecer abiertos. Finalmente, todo se volvió negro.

De repente, creo que me despierto. Tan sólo durante unos breves segundos, pero sin duda me siento ascender hasta emerger en la consciencia. Un pitido ensordecedor atraviesa mis oídos impidiéndome escuchar cualquier otra cosa. Parpadeo con dificultad tratando de aclarar mi visión borrosa y mi cabeza cae hacia un lado. Me percato de que estoy sobre una camilla acolchada y apretadas restricciones mantienen mis tobillos y muñecas amarradas al metal. Trato de incorporarme, pero la fuerza parece haber abandonado mi cuerpo y mis músculos se niegan a responder. Mi boca se siente seca... Muevo los ojos hacia arriba y quedo cejada por la brillante luz de una gran lámpara redondeada que se cierne sobre mí.

Entonces, creo escuchar varias voces entre el intenso pitido que atraviesa mi mente y una mujer invade mi campo de visión. No la conozco. No sé lo que dice, pero está hablando con alguien situado en frente a quien no consigo ver, pues su silueta queda difuminada por la brillante luz mezclada con las sombras que llenan el resto de la habitación.

Mis párpados caen y, por un momento, creo haber vuelto a quedar inconsciente. Sin embargo, abro los ojos de nuevo para ver a la mujer colocando una mascarilla sobre mi boca y nariz. Un intenso olor, demasiado similar al del gas de mi celda, inunda mis fosas nasales y desciende por mis vías respiratorias hasta alcanzar mis pulmones. Inmediatamente, vuelvo a dormirme.

Ahora de vuelta en mi celda, mientras me hayo tumbada sobre el incómodo camastro de color gris oscuro mirando el aburrido techo, me pregunto si realmente ha sido un sueño o quizás... un mal recuerdo.

Observo la piel clara de mis muñecas y no encuentro marca alguna que las restricciones pudiesen haber dejado, aunque la falta de éstas es comprensible pues debido a mi condición como Cambiaformas poseo la capacidad de sanar más rápido que un humano medio. De todas formas, algo así tan sólo hubiese durado un par de horas.

De repente, pego un respingo sobre el colchón al escuchar un fuerte golpe procedente de la celda de enfrente. No necesito incorporarme para saber que Ryker está sufriendo otra crisis. Es como si su cuerpo estuviese cargado de ira. Poco a poco se va acumulando en sus grandes músculos hasta que la masa se hace imposible de contener y, entonces, explota. Golpea todo lo que encuentra a su paso sin importar, si quiera, que pueda herirse a sí mismo. Eso es justo lo que está ocurriendo ahora.

Un fuerte gruñido atraviesa las instalaciones y, al escucharlo, mi corazón comienza a latir con fuerza. Me levanto.

Ryker se encuentra arrodillado sobre el suelo en el centro de la celda. Aprieta sus dientes con fuerza, al igual que un animal rabioso, y agita su cabeza de lado a lado como si estuviese intentando deshacerse de algo que le está molestando. Abruptamente, abre la boca y grita. Me sobresalto de nuevo y en mi pecho se instala una fuerte presión. Él está sufriendo. No sé lo que está pasando, pero puedo darme cuenta de que, sea lo que sea, está padeciendo un gran dolor.

Entonces, se escucha el sonido de una puerta siendo abierta al inicio del pasillo a mi derecha y me tenso. Inconscientemente retrocedo sobre el camastro hasta que mi espalda topa con la pared de hormigón del habitáculo. Dos hombres uniformados de negro caminan por el pasillo y se detienen frente a la celda de Ryker, quien sigue gritando y gruñendo con fuerza. Sus alaridos son tan elevados que mis oídos sufren.

— ¡Maldito, perro sarnoso! —exclama uno de los hombres con frustración mientras extrae una porra metálica del cinturón que rodea su cintura. A continuación, con un movimiento de sacudida la extiende y golpea el grueso cristal de la celda varias veces —. ¡Cállate de una jodida vez!

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now