Capítulo 25

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Lentamente, desciendo los escalones que nos conducen hacia el exterior mientras mis dedos se cierran alrededor de la cálida mano de Ryker. Todo parece distinto después de ese abrazo. Él ya no es, únicamente, el hombre desconocido y temible que ocupaba la celda de enfrente. Ahora, Ryker es importante... especial. Cada vez que lo miro siento esta cálida sensación en mi pecho que no soy capaz de explicar, es como un hormigueo que se intensifica si me acerco demasiado o que se vuelve doloroso cuando me alejo.

Tiemblo bajo mi grueso abrigo cuando el aire frío golpea mi rostro e, inmediatamente, Ryker acorta la escasa distancia que lo separa de mí. La intensa calidez que desprende su cuerpo me rodea y las bajas temperaturas se vuelven más soportables, sin embargo, él no me mira. Rehúye mis ojos cada vez que se posan sobre él y no puedo dejar de pensar que tal vez se siente avergonzado o culpable por lo que ha pasado antes.

Cuando por fin llegamos al aparcamiento, mi boca se abre de par en par.

— ¿Qué es eso? —pregunto en tono elevado y señalando con dedo acusador lo que ha llamado mi atención.

— "Esto"... —responde Nhor dando un par de suaves toques con la palma de su mano sobre el capo del brillante coche deportivo de color rojo sobre el que se apoya —... es nuestro nuevo vehículo.

Trago saliva mientras mis ojos recorren el elegante contorno de su carrocería, las brillantes llantas de color plateado o los asientos de cuero beige que se vislumbran a través de los cristales.

— Por favor, dime que no lo has robado —le imploro reanudando mis pasos.

Afianzando la mano Ryker, quien se mantiene pegado a mi espalda durante todo el camino, me detengo frente a Nhor y el carísimo coche sobre el que está prácticamente sentada. Sus ojos, de un color grisáceo tan claro que no parecen de este mundo, registran el estrecho contacto que Ryker y yo mantenemos. Sin embargo, ella no dice nada y suspiro aliviada como si hubiese esquivado una bala.

— ¿Robado? Por supuesto que no, ¿por quién me tomas? —pregunta ella con marcado tono irónico y fingida indignación —. Lo he intercambiado.

Parpadeo y, tras procesar sus palabras, mi mirada escanea inmediatamente el aparcamiento en busca del pequeño y sencillo vehículo con el que hemos venido hasta aquí. Contengo la respiración al descubrir la plaza, donde estaba aparcado hace tan sólo unos minutos, completamente vacía.

— No puede ser... —murmuro con incredulidad.

¿Quién sería capaz de hacer semejante cambio? El coche que se encuentra frente a mí luce realmente caro y nuevo, como si hubiese sido comprado hace apenas unos pocos días, mientras que el otro era un vehículo pequeño y sin mucho encanto.

Nhor se encoge de hombros como si no comprendiese mi estado sorprendido. Se levanta del capó del vehículo y cruza los brazos frente a su sudadera de color gris oscuro con el dibujo de una inquietante calavera sobre la que se posan un par de mariposas. Esos dos pequeños detalles decorativos no concuerdan ni con la imagen en la sudadera ni con la personalidad de la persona que la lleva.

— Simplemente convencí a su propietaria de que es otro coche era mucho mejor, con cosas como que pegaba más con el color de sus ojos o con lo de que "dar pena está de moda"

Mis labios se separan formando una pequeña "O".

Espera, ¿dar pena está de moda?

Agito la cabeza deshaciéndome del estúpido pensamiento y suspiro. Supongo que deberé conformarme con el hecho de que al menos no lo ha robado. Además, su movimiento es muy inteligente. Si los hombres de Matías van tras nuestra pista, se confundirán fácilmente siguiendo el rastro de un coche que ni siquiera estamos utilizando.

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now