Capítulo 20

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— ¿¡Puedes explicarme otra vez como hemos acordado la distribución de las habitaciones de esta manera!? —susurro, medio grito, en el medio del pasillo de un motel de carretera.

Agarro una llave solitaria que cuelga de un estridente llavero rojo, con el número veintisiete, fuertemente entre mis dedos mientras la agito frente al rostro de Nhor. Su expresión luce aburrida mientras mastica un chicle que acaba de robar del mostrador localizado en la entrada del motel. Ella se cruza de brazos.

De uno de sus dedos, como si fuese un anillo, cuelga otro llavero en el que se puede leer el número veintiocho.

— Te diré porque —sus palabras quedan interrumpidas durante unos breves segundos en los que crea una gran burbuja rosada con el chicle. Después, estalla y Nhor continúa masticando mientras habla —. El dinero sólo nos alcanza para alquilar dos malditas habitaciones.

— Lo sé —suspiro con impotencia —. Pero, ¿por qué tengo que compartir una de ellas con Ryker? Sería mejor que tú y yo nos quedásemos en una mientras Ryker se aloja en la otra.

Nhor niega con la cabeza. De repente, sus pies comienzan a moverse dando pequeños pasos en mi dirección. Las gafas de sol que mantenían sus ojos ocultos, ahora se posan sobre la parte superior de su cabeza y me encojo bajo su penetrante e inflexible mirada teñida en brillante plata.

Sin darme cuenta retrocedo.

— He estado más de cinco años soportando tu llanto — me veo obligada a detenerme cuando mi espalda toca con una de las paredes del estrecho pasillo. Nhor me acorrala hasta que tan solo unos escasos centímetros nos separan. Es como si su cuerpo desprendiese un frío invernal que hace que me quede muy quieta. Su voz se escucha tranquila, pero su tono gélido me deja sin habla —. Merezco un poco de paz y tranquilidad, ¿no crees? — Nhor parece esperar una respuesta a su pregunta, así que acabo asintiendo por temor a enfadarla. Satisfecha, ella sonríe y finalmente se aleja permitiéndome así volver a respirar —. Además, sabes bien que me he ofrecido a ejercer cierta influencia sobre el chico que se encontraba en el mostrador. Habríamos conseguido no solo tres habitaciones, sino que serían mucho más grandes. Por desgracia, tu estúpida moral se ha metido en el camino.

Después de reventar la ventanilla de un sencillo vehículo, de oscura carrocería, mi curiosidad me ha llevado a preguntarle a Nhor como había conseguido la ropa que llevaba puesta, si yo era la que tenía todo el dinero. Al principio, ella contestó de forma evasiva a lo cual casi me da un ataque al corazón creyendo que había masacrado a la mitad de los compradores en una de las tiendas. Poco después y probablemente cansada de escuchar mis insistentes preguntas, acabó confesando que simplemente había convencido a uno de los vendedores de que la ropa de un maniquí le sentaría mucho mejor a ella que a esa inerte pieza de plástico.

Por experiencia propia sé que las palabras de Nhor pueden tener doble filo. Se incrustan en tu mente conduciéndote a dudar de tus propios pensamientos. Su sonido te arrastra en su dirección y todo lo demás desaparece. La tentación de obedecerla es demasiado fuerte.

Después de haber sentido tal poder, me niego rotundamente a beneficiarnos de él. Sé que en nuestra situación nos vendría muy bien y terminaría con gran parte de nuestras dificultades, pero no puedo ignorar el hecho de que estaríamos robando y eso no está bien. Ya nos hemos llevado el coche de un pobre inocente. Mi mayor temor es que una vez que empecemos a seguir el camino de la ilegalidad, ya no podremos parar.

Así que, ahora, nos encontramos en esta situación en la que Nhor va a dormir sola en la habitación número veintiocho mientras que Ryker y yo lo haremos en la que está justo al lado.

El deseo del ave enjaulada © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora