Capítulo 33

35.3K 5.1K 908
                                    

Después de todo el caos inicial, los ánimos se calman.

Nhor se aleja, cansada del bullicio y de la mirada penetrante de la hija de Amara, mientras que yo me olvido de todos los presentes, incluido Ryker, y me siento con mi hermano pequeño en una de las muchas mesas de madera que se encuentran dispersas por el interior de la taberna. Con un vaso de agua entre nuestras manos, Jay y yo hablamos sobre todo lo que ha pasado en estos últimos años.

Cuando escucho que Falcón, uno de los Cambiaformas más deseados de nuestra especie, está muerto y que estuvo a punto de derribar la Torre Kadjar debido a su ambición y su obsesión por Red, me quedo sin palabras. Ya hace años, había escuchado rumores de que su padre planeaba comprometerlos e, incluso entonces, sabía que era una muy mala idea pues su hija siempre lo había mirado con odio y repulsa.

Por un momento, mi mirada se desvía hacia una de las mesas situada varios metros más allá, donde el hombre de ojos negros se encuentra recostado sobre una de las sencillas sillas bebiendo tranquilamente de su vaso con hielos y contenido anaranjado. Su rostro está inmerso en la seriedad y las vibraciones que desprende parecen actuar como señal de que no quiere que nadie se acerque. Pero, entonces, Red Kadjar aparece y se sienta en la silla de enfrente. Sus ojos brillan cuando se posan sobre el hombre de aura oscura y se inclina hacia delante apoyando su codo sobre la mesa y colocando su barbilla encima de su puño cerrado. Red habla y el hombre escucha con atención. Después, dejándome perpleja, ella se inclina más hacia delante quedando casi tumbada sobre la mesa y lo besa. La expresión seria y fría del hombre no parece perturbada en lo más mismo cuando ella se retira durante unos segundos para, después, volver a presionar sus labios sobre los de él. Esta vez, el hombre alcanza el rostro de Red con sus manos y le devuelve el beso con intensidad.

Mis ojos se amplían y mis mejillas se tornan rojas al ver el afecto que se procesan sin importar las personas que haya presentes. Jay resopla a mi lado.

— ¿Quién es? —pregunto con curiosidad queriendo saber la identidad del hombre que se encuentra en compañía de Red.

Kane Velkan — responde mi hermano con obvio descontento tiñendo su voz —. Todo hubiese sido mucho más sencillo si ese maldito ex policía no hubiese aparecido. Red se obsesionó tanto con él que estuvo a punto de perder la vida varias veces.

Impactada, observo de nuevo a la pareja que ya ha dejado de besarse y se encuentran hablando tranquilamente o, para ser más exactos, Red parece ser la realiza la mayor parte de la conversación mientras que Kane asiente de vez en cuando.

— Parece un hombre complicado —comento devolviéndole la atención a mi hermano que lo fulmina con la mirada.

— Es un imbécil, pero Red lo quiere, así que... — murmura él encogiéndose de hombros con cierta resignación.

Asiento en comprensión.

Jay dibuja círculos con su dedo y las gotitas de humedad que deja su vaso de agua sobre la madera oscura de la mesa.

— ¿Sufrió? — pregunta él con voz triste y sin levantar la mirada de la superficie de la mesa.

Sin más detalles comprendo inmediatamente a lo que se refiere. Quiere saber si Nhoa, nuestro hermano mayor, sufrió en el momento de su muerte. El pozo de dolor que se aloja mi pecho se vuelve más profundo y aferro el vaso entre mis manos con fuerza. Se siente tibio bajo las yemas de mis dedos y, sin pretenderlo, tiemblo con ligereza.

— Creo que... —inspiro con lentitud a través de mis fosas nasales mientras elijo las palabras que revolotean en mi mente, aquellas me ayuden a explicar los sentimientos que albergo en mi interior —...era feliz al final —respondo con dificultad evitando de cierta forma su pregunta, pues el dolor que nuestro hermano sintió al ser acribillado por las balas que iban dirigidas a ambos debió ser terrible e inimaginable. Sin embargo y a pesar de estar bañado en su propia sangre, recuerdo su brillante mirada cargada de una desgarradora esperanza y con la imagen de su rostro tranquilo, mis ojos se llenan de lágrimas —. Él era libre —o al menos, Nhoa creía que por fin lo éramos y me consuela, en cierta forma, que muriese con ese sentimiento.

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now