Confesiones que liberan el alma

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—Oh no, no y no —apoyé mis manos en su pecho empujándole dispuesta, en mi ingenuidad, a quitármelo de encima. Como era de esperar él no pensaba poner de su parte por lo que lo intenté durante unos segundos hasta que me di por vencida. Sí, me estaba volviendo una floja en la materia de resistirme a Lionel Eisen.

— ¿Cómo que ''Oh no''? —su tono de voz había cambiado, no de forma drástica pero si lo suficiente como para que no tuviera la menor duda de sus intenciones. Aunque pensándolo bien el sexo era su única intención siempre.

—Como lo oyes, tenemos que hacer más vida social y salir de este cuarto de vez en cuando.

—Juraría que el sexo se considera vida social. Ya sabes, socializo con tu boca —entonces dejó un rápido beso en mis labios, —socializo con tu cuello —seguidamente besó mi cuello haciendo que inconscientemente mi piel se erizase, —socializo con tu cadera —pasó la yema de sus dedos por el contorno de mi cadera y por el movimiento de su mano supe cuál sería su próximo destino, —y finalmente socializo con la parte que más me gusta...

—De eso nada —le impedí su objetivo agarrando su mano para entrelazarla con la mía, —no hay sexo hasta que nos relacionemos como dos personas normales y no como dos conejos en plena época de apareamiento.

—Eso es un poco exagerado ¿No crees?

— ¿De veras? Juraría que esta es la segunda caja de condones de esta semana.

—Hay que decir en defensa del sexo que la primera ya estaba empezada.

—Y hay que decir en su contra que la segunda contenía veinticuatro preservativos.

Lionel realmente parecía sorprendido al decirle que realmente teníamos un problema hormonal grave, y aun sabiendo que eso no nos quitaba las ganas a ninguno de los dos, se movió de encima de mí para volver a recostarse a mi lado. No dudé en apoyar la cabeza en su pecho y disfrutar del relajante sonido que emanaba su cuerpo al respirar.

—Estas hecha todo una ninfómana —soltó rodeando mi espalda con su mano y comenzando a hacer pequeños círculos acariciando mi piel.

—Aprendí del mejor.

—Ya era hora de que lo reconocieras.

—Cuando te conocí pensé que todo ese ego y esa soberbia eran pura apariencia y ahora me doy cuenta de que nunca lo fueron. Tu eres esto, lo que se ve y es por eso eres la persona más valiente que conozco —A pesar de ser un gran cambio de tema no quería guardarme algo como eso por más tiempo en mi pecho. Sentía la necesidad de decírselo, de reconocerle que, a pesar de que tengamos esta tensión, lo sigo viendo como una persona de carne y hueso, y no solo como un pene con patas.

—Vaya, no me esperaba eso. Me gusta ese talento tuyo de volverlo todo profundo y personal.

—Tu lo hiciste desde el momento en el que te conocí.

— ¿A qué te refieres? —preguntó con cierta curiosidad tiñéndole la voz.

—A todos esos comentarios sobre nuestra química, nuestra conexión. Y sé que esto es un cambio de tema muy drástico pero ¿Cómo puedes hablar de sentimientos tan abiertamente y no haber nombrado a tu familia desde que nos conocemos? Excepto lo de tu padre, claro.

Lionel pareció algo descolocado con mi pregunta, además del gran cambio de tema tan de golpe, y por sus gestos pude ver que no era algo fácil de responder para él. Centré mis ojos en los suyos, los cuales estaban siendo esquivos, hasta que procesó todas mis palabras, entonces reconozco que me perdí en la oscuridad de su mirada.

—Porque los sentimientos son algo que me nace, que provocas en mí, que me arde en el pecho, mientras que mi familia es algo que me mata, me desgarra y me mantiene prisionero en mi propio cuerpo.

Sus palabras sonaron totalmente sinceras y su voz tan sumamente rota que sentí cada silaba que vocalizó y sin poder, ni querer, evitarlo le abracé con fuerza deseando que se sintiera un poco reconfortado.

—No tienes que sentirte mal por lo que he dicho, es la verdad, y además es algo a lo que estoy acostumbrado —su tono de voz era el habitual, no había ni una muesca de resentimiento ni siquiera de dolor en ella, sonaba como si lo hubiera ensayado una infinidad de veces frente al espejo, aunque conociendo a Lionel no me creo que eso fuera cierto. —Te pierdes en tus pensamientos —me sacó de mis desvaríos mentales devolviéndome a la realidad.

—Me siento mal por no poder aminorar tu carga.

—Pues no deberías, tan solo yo puedo hacerlo.

— ¿Entonces por qué no lo haces? —pregunté sin pensar ya que era una duda existencial y completamente lógica. Mi mente era incapaz de encontrar una razón lo suficientemente buena como para que dejase que su pasado le estuviera hundiendo la vida continuamente y eso me hacía estar ansiosa por conocer la respuesta. ¿Qué podía ser tan malo como para fustigarte todos los días de tu vida?

—Porque merezco sufrir por lo que hice durante el resto de mi vida. No sé decirlo de otra forma así que aquí voy; soy el único responsable de la muerte de veintitrés personas.

Eso respondía con creces mi pregunta.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now