Monstruo

3.6K 301 66
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


¿Qué estábamos haciendo?

Cleo era del tipo de persona que por más que tuvieras claro algo podía hacerte cambiar de opinión con solo una mirada. Eso había hecho conmigo, así que mi idea inicial de ignorarla hasta que se fuera de nuestra habitación, estaba claro que no iba a funcionar.

En cuanto salió del baño hecha una fiera, con tan solo una toalla alrededor de su mojado cuerpo, supe que estaba perdido. Verla desafiante, sin importarle nada más que entender el porqué de mi comportamiento y arrebatándome aquel porro sin medir las consecuencias, era todo una obra maestra. Y entonces fue cuando se acercó a mí lo suficiente para que el aire no corriera entre nosotros y demandándome una respuesta, aunque seguro que no la que yo iba a darle. Tuve ganas de hacerle todo lo posible e imposible en ese instante y cuando estuve a punto de lanzarme a por ella cual león a por su presa, me detuve dándome cuenta de cuan primitiva era mi necesidad. Hubo unos segundos en los que me planteé que es lo que debía decir o hacer, lo que no pude ver venir era mi propia mano, la cual cobró vida propia y acarició su piel haciendo que mis dedos ardieran si, pero de necesidad de seguir tocándola. Percibí el olor de su pelo que tenía un ligero toque a rosas y mientras me distraía con él, ahora era su mano la que acariciaba con sumo cuidado mi rostro y finalmente se enredaba en mi pelo. No pude -ni quise- impedirme disfrutar de ello, por lo que la atraje con necesidad a mi y cerré los ojos perdiéndome en todas las sensaciones que me hacía sentir. Cada uno de mis sentidos estaba al límite, ella los ponía al límite.

Ambos nos habíamos perdido en el otro hasta el momento en el que el hijo de la gran puta de Pablo decidió llamar a la puerta.

Desde entonces tan solo siento como arde la piel que recorrió con sus dedos Cleo y el vacío que se instauró en mi pecho cuando tuvo que separarse. Y por si eso no fuera suficiente tortura, ella había invitado entrar a Pablo, el mismo Pablo que tiene el don de romper todo aquello que me importa de verdad. Dejándonos a solas, se fue a arreglar para después volver a irse, pero esta vez con él. Ese pensamiento no era muy sano para mi enferma mente, y por más que me sienta idiota al reconocerlo, el hecho de haber sentido esto y que se vaya con otro, y más con ese otro, escocía casi como si le echases alcohol a una herida.

Ya habían pasado unos minutos desde que Cleo se metió en el baño y sinceramente no pensaba aguantar estar más rato con este gilipollas.

—Creí haberte dicho que no quería volver a verte por aquí —gruñí en su dirección mientras que acercaba a mi boca el porro que había recuperado del suelo.

—No tenía intención de entrar pero Cleo me ha invitado —contestó defendiéndose a la vez que andaba mirando las cosas de mi compañera de cuarto.

—Te dije lo que pasaría si volvías a aparecer por aquí —el tono amenazante junto al hecho de que me estuviera levantando hizo que Pablo se girase hacia mí, mirándome sin saber que esperarse. Le di una última calada antes de dejar el porro en el cenicero y fui avanzando con paso firme hasta él.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now