Desgastandonos

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—Tienes tendencia a soltar bombas y actuar como si nada pasase.

— ¿A qué te refieres? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido Lionel, como si de verdad no entendiera a lo que me refería.

— ¿No es obvio? Quizás ni siquiera te des cuenta de la magnitud de lo que me acabas de decir —respondí observando como volvía a llevarse el vaso de café a la boca dándole el último trago antes de dejar el vaso vacío sobre la mesa.

—Claro que me doy cuenta, me doy cuenta de muchas cosas, como por ejemplo de que tu dedos no han parado hasta que nuestras manos han terminado entrelazadas. O como la temperatura ha subido en el momento en el que te has dado cuenta de que había entrado en el local, o como tratas de controlar tu respiración acelerada causada por mi sincera opinión, o como...

—Ya basta, lo he entendido —le corté antes de que dijera una verdad más a la que no le veía sentido aunque mi cuerpo reaccionase al respecto.

Al procesar sus palabras, inconscientemente miré nuestras manos unidas y al contrario de lo que pensé inicialmente, no se sentía raro ni fuera de lugar, sino como lo más natural del mundo.

—No intento que con mi sinceridad te sientas incómoda, aunque he de reconocer que es divertido incomodarte, sino que pretendo que sepas que mi cuerpo reacciona exactamente igual que el tuyo.

—Haces que parezca normal —dije pero sonó más bien como un susurro.

— ¿A caso no lo es? —preguntó posando sus ojos directamente en los míos. —Somos dos personas jóvenes y atractivas, es normal que nos sintamos atraídos el uno por el otro. Lo que es menos frecuente es que, sin apenas conocernos, se haya creado un fuego tan intenso entre los dos.

—Estás muy seguro de tus palabras —recalqué un hecho obvio permitiéndome, con cierto pesar, perderme unos instantes en sus expresivos ojos.

—Más bien de mis sentimientos, pero sí —se encogió de hombros tratando de quitarle cualquier merito pero no por ello lo dejé pasar desapercibido. Me parecía muy extraño todo lo relacionado con Lionel; su continua sinceridad, su labia conmigo cuando parecía no dedicarle a nadie más que gruñidos, su interés en mi... Todo ello mezclado con su afán por no mostrar más de lo necesario en cada momento era una bomba de relojería.

— ¿Qué es lo que ha cambiado en esta semana para que el primer día ni siquiera me dirijas la palabra y ahora me estés diciendo que somos fuego y que te enamorarás de mí?

—No tengo ni la menor idea. Supongo que es porque me he dado cuenta de que eres tú.

—Ah, genial, yo soy yo, que verdad más reveladora —dejé escapar una pequeña risa nerviosa y sentí como su mano soltó la mía de forma brusca. No era la burla lo que le había hecho retirarla, era otra cosa pero no podía entender que fue exactamente.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now