Amigos de la infancia

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No me quedó otra que irme de ahí pero no sin antes empezar a dolerme la cabeza

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No me quedó otra que irme de ahí pero no sin antes empezar a dolerme la cabeza. Había muchas preguntas en ella, muchas dudas que, como siempre, jamás serán resueltas. Aunque haya pasado poco tiempo ya he ido conociendo a Lionel y su silencio respecto a todo lo relacionado con él salvo yo, había un enorme aura de misterio a su alrededor. Y ahora las preguntas aumentaban aunque no habrá respuesta para ellas.

Cuando me dirigía al coche, con cierta culpabilidad predominando en mi pecho por no quedarme a ayudarle, como haría cualquier persona en su sano juicio, las preguntas acribillaron mi mente; ¿Qué le habrá pasado para terminar estrellando su puño en el espejo?, ¿Qué lo habrá llevado a hacer tal tontería?, ¿Por qué parecía tan sumamente descompuesto y cansado? Me di cuenta entonces de que Lionel, para mí, era sinónimo de enigma. No sabía nada de él salvo los sentimientos y sensaciones que despierta en mí.

Y dejando esas preguntas atrás reflexioné sobre la última discusión que tuvimos, sobre las palabras que me dedicó casi con desprecio. ¿De verdad que parecía que yo estaba jugando con él? Comencé a recordar nuestras palabras, nuestras discusiones, nuestros días bueno y me negaba a estar de acuerdo con él. Sin embargo, aunque perdiera mi confianza en el momento que Pablo me desveló su táctica con todas las chicas, me seguía preocupando por Lionel. ¿A caso a eso se le puede considerar juego?

Respiré hondo justo antes de introducir la llave en el contacto y ponerme en marcha a mi quedada con Pablo. Él haría que me olvide de todo esto.

El trayecto no duró más de diez minutos, algo que se me pasó super rápido por la buena música que estaban echando en la radio, la cual parecía tener algo en mi contra al ponerme la canción de Shawn Mendes que cantó Lionel. ¿El mundo está confabulando en mi contra o son ideas mías?

Salí del coche en cuanto llegué a mi destino y revisé las indicaciones que me mandó Pablo para llegar al lugar en el que habíamos quedado.

«—Avanza unos metros hasta la parada del autobús y gira a la izquierda, te estaré esperando en la terraza —recordé mentalmente cuando iba caminando tal y como me había indicado».

— ¡Aquí estás! —exclamó nada más verme logrando que pegase un brinco al sorprenderme.

— ¡Aquí estoy!

No dudó un instante en acercarse a mi y abrazarme con fuerza. Parecía que podía leerme la mente pues era justo lo que necesitaba.

—Me alegra mucho verte —dijo con la más sincera de las sonrisas. Nos separamos rompiendo el contacto, más pronto de lo que me hubiera gustado, sin embargo sentí su mano posarse en la mía y entrelazando nuestros dedos antes de que pudiera reaccionar.

—A mi también —contesté apretando ligeramente su mano. Fue todo lo que necesitamos antes de que comenzase a caminar tirando un poco de mí. — ¿A dónde vamos?

—Quiero presentarte a unos amigos. Te prometo que no nos quedaremos mucho y después tendremos todo el día para pasarlo juntos —un asentimiento de mi parte fue todo lo que necesitó antes de abrirme la puerta y dejarme entrar en un local de lo más oscuro, sin embargo no soltó mi mano en ningún momento. Por feo y extraño que suene, agarrarlo de la mano no se sentía ni la enésima parte de lo bien que se sentía con Lionel.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now