Agarró de nuevo el canuto y le dio varias pequeñas caladas guardando el humo en su boca. Sabía que volvería a repetir el procedimiento, que me volvería a acariciar con el humo dejando sus manos completamente apartadas de mí. Esta vez comenzó desde el pecho y avanzó por mi clavícula y después mi cuello, haciendo que me riera por las cosquillas que me producía. Y en cuanto su camino lo llevó a mi boca, me besó haciendo que el humo se colase en mi boca y que lo aspirase de forma casi necesitada. Tener tan solo el contacto de sus labios sobre los míos y que el resto de su cuerpo se encontrase sobre el mío sin apenas rozarlo me hacía ansiar que me tocase, que sintiera el calor que despertaba en mí.

Me removí debajo suya, tratando de sentir su piel, de sentirlo a él, sin embargo cuando se dio cuenta de mi plan alzó mis manos sobre la cabeza y las mantuvo retenidas ahí.

—Esta es una imagen que no pienso borrar jamás de mi memoria —declaró pero por su tono bajo parecía estar diciéndoselo a sí mismo más que en voz alta. Expulsé el humo que llevaba reteniendo durante unos segundos y disfrute del sabor que había dejado en mi boca. La mezcla del beso de Lionel y la marihuana podía hacerme perder la cabeza.

—Quiero tocarte —confesé aunque él lo sabía de sobras, sin embargo al escucharme un pequeño brillo apareció en sus ojos.

Su boca no se abrió en ningún momento por lo que supuse que no iba a dejarme hacerlo, pero si lo hacía perder la cabeza quizás se le olvidase esta tontería de mandar. De pronto comencé a sentir mi piel arder con el contacto de sus yemas rozando mi costado y no pude evitar luchar para liberarme para hacerle sentir lo mismo. Obviamente, me lo impidió. Era extraño lo intenso que podía ser necesitar tocar a alguien y no poder hacerlo.

Agarró de nuevo el canuto y dándole una larga calada, ya no bañó mi cuerpo con el humo, sino que directamente me besó haciendo que lo absorbiera mientras disfrutaba del acalorado beso. Soltó mis manos para poder deshacerse de su bóxer, bajo el cual apareció su miembro en todo su esplendor. No pude evitar mirarlo mientras se desnudaba, disfruté de aquel espectáculo tan particular y me mordí el labio cuando sus enrojecidos ojos se posaron en mí.

Comencé a sentir un pequeño hormigueo en la punta de los dedos de mis pies que conforme pasaba el tiempo fue subiendo por el resto de mi cuerpo y me di cuenta de que ese era el efecto de la marihuana. Me sentía relajada, casi como si flotase en una nube mágica, pero a pesar de que algunas sensaciones se hubieran simplemente desvanecido otras tantas eran aun más intensas; la primordial era la excitación del momento.

—Me gusta como se ven tus ojos en este momento —dijo Lionel en voz baja mientras sentía como acariciaba mi clítoris con la punta de su miembro, —se ven realmente increíbles —finalizó y conforme lo hizo sentí como su miembro se introducía en mi interior. Cerré los ojos dejándome llevar por una sensación tan arrolladora que no me importaba nada más que este preciso momento.

Un gruñido escapó de su garganta y lo disfruté como si se tratase del canto de unos ángeles mientras volvía a poner mis ojos en él. Mirarlo mientras comenzaba a moverse contra mí me pareció una delicia, ver como se movían los músculos de su cuerpo, los gestos de su cara y sobre todo sus penetrantes ojos negros clavados en los míos.

De pronto, como si una ola de valentía hubiese dominado mi cuerpo, cogí el canuto del cenicero, lo encendí y le di una pequeña calada puesto que su sabor sin la boca de Lionel no era la misma. Agradecí que en ese momento el chico que se encontraba entre mis piernas hubiera decidido disminuir el ritmo para poder acercarme a su boca y besarlo, logrando esa mezcla que me hacía sentirme una adicta.

Como si ese gesto mío hubiese activado algo en Lionel comencé a sentir como aumentaba el ritmo a la vez que la intensidad de los embistes contra mí, así que no me quedó otra que volver a besarlo pero esta vez como si fuéramos fuego. Mi lengua tomó la iniciativa y jugueteó con la suya como si fueran conocidas de toda la vida hasta que la mordí con suavidad. Comencé a jadear en la boca de Lionel sin poder evitarlo, era imposible con la maldad y la rudeza con la que se movía contra mí, así que apoyé mis manos en su pecho y arañé sin demasiado cuidado su piel.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now