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—Soy Lionel, supongo que usted es el padre de Cleo —contestó y le ofreció la mano a mi padre haciendo que este último la mirase como si no entendiera que pretendía hacer.

— ¿Qué estás haciendo en el cuarto de mi hija?

—También es el mío —contestó como si tal cosa mientras que yo veía como mi vida se desmoronaba a cámara lenta.

—De eso nada, mi hija no comparte la habitación con un chico —la voz de mi padre sonaba firme y convencida pero solo hasta el momento en el que me miró a mí. No sé qué tipo de expresión debía tener en el rostro pero en cuanto vi la decepción de mi padre me sentí la peor de las basuras.

—Debí habértelo dicho papá pero sabía que te pondrías en plan coronel y que acabaríamos discutiendo y sin hablarnos por semanas. Odio no poder hablar contigo por una estúpida discusión.

— ¡Basta! Nos vamos de aquí. De ninguna manera voy a permitir que vivas con un hombre, ¡Tan solo tienes dieciocho años!

—Papá...—traté de calmarlo pero me echó la mirada del coronel haciendo que me callase en ese momento. Sentí como su mano me agarraba del brazo y comenzaba a tirar para que me moviera aunque mis pies no pensaban hacerlo.

—Señor —decidió intervenir Lionel haciendo que inevitablemente todos le mirásemos, —creo que se está precipitando. Cleopatra cometió el error de no decirle la verdad sobre mi pero lo hizo para protegerme.

— ¿De qué está hablando, Cleo? —preguntó mi padre sin apartar la vista de Lionel. Y ojalá lo supiera. Miré a Lionel y me di cuenta de que no tenía nada pensado, tan solo estaba improvisando. Maldito sea, se estaba jugando mi futuro y como no pensaba dejarlo en sus manos decidí intervenir.

—Siento mucho haberte mentido papá, sabes que nunca lo haría salvo que hubiera una razón de fuerza —comencé jugando con su confianza en mí, soy una hija terrible. —Y lo cierto es que es algo temporal, muy breve, ya que Lionel pronto se irá de aquí ¿Verdad? —de nuevo todas las miradas estaban puestas en mi compañero de cuarto y no le quedó otra que asentir de mala gana. Obviamente mi referencia iba hacia la apuesta y él lo sabía.

—Pero me has mentido, hija, y no me estás dando una razón para poder comprenderlo.

—Confía en mí, por favor —casi supliqué con voz de niña pequeña teniendo la mínima esperanza de que funcionase.

—Hijo —habló mi padre refiriéndose a Lionel —vamos a charlar tu y yo, de hombre a hombre y si no me explicas de que va todo esto, Cleo se vendrá conmigo.

—Claro —aceptó Lio y mi respiración se cortó de pronto. Si mi padre llega a conocerlo ya puedo dar por perdido el quedarme en la universidad, que universidad, mi vida entera estará perdida.

—En un rato nos vemos, pequeña —se despidió mi padre cerrando la puerta tras salir los dos de la habitación.

Mierda.


(...)


—No sé que tipo de magia negra has hecho, ni a cuantas personas has tenido que sacrificar para ello pero has convencido a mi padre de que eres bueno —dije aun incrédula por el giro de los acontecimientos. Era prácticamente imposible que lo hubiera logrado o que saliera entero del intento pero aquí estaba; ileso y sonriente. —Aunque eso no hubiese hecho falta si hubieras cumplido con nuestro pacto de no aparecer por la habitación.

—Eso duele —se hizo el ofendido llevándose la mano al pecho. Obviamente su inmensa sonrisa de ganador no se esfumó de su boca en ningún momento. Y lo que también era obvio es que había ignorado la parte en la que le estaba regañando.

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