—Me han hablado de esa historia, no tan detallado pero lo sabía. Lo que no tenía ni idea es de que te habías acostado con su hermana.

—Si, eso es algo de lo que me arrepiento desde hace mucho. Lo que pretendo decirte con esta historia es que es siempre que me gusta alguien él va a intentar destrozarlo y ahora que estás tu no quiero que eso ocurra.

— ¿Acabas de confesar que te gusto? —a pesar de tomármelo un poco de broma la idea de que Lionel me diga que le gusto hace que sienta mariposas en el estómago.

—Claro que me gustas ¿Qué te pensabas? —me sorprendió la seguridad de su voz y no pude evitar que una sonrisa se dibujase en mi boca. —Aléjate de él, Cleo, porque va a intentar destruir lo que sea que aun no existe entre nosotros y ese algo puede ser realmente maravilloso.

—Deja el tema Pablo, me acabas de decir que te gusto, tu, el chico que me llama ''grano en el culo''.

—El mismo, en carne y hueso.

—Tú también me gustas —dejé que aquellas palabras salieran de mi boca sin siquiera plantearme los pros y los contras que acarrearía. —No es como si me muriera por tus huesos pero si lo suficiente como para poder tolerarte.

—Es un gran avance para los dos —me atrajo a él haciendo que me sentase sobre sus piernas. —Empezamos encendiendo el fuego en aquella fiesta, apagando la llama con nuestras diferencias y reavivando la chispa con nuestra confesión.

—Tienes alma de poeta —dije acomodándome encima suya, —incomprendido pero enamorado de la vida —finalicé agarrando el cuello de su camiseta para acercarlo a mi y juntar nuestros labios.

— ¿Cómo podemos pasar tan rápido de un extremo a otro?

— ¿A qué te refieres?

—A todo en general. Pasamos de no aguantarnos a desgastarnos en poco tiempo, ¿Cómo es posible? —preguntó Lionel extrañándome que no supiera la respuesta.

—Porque creamos la química perfecta. No sé porqué pero así es, nos compaginamos físicamente a la perfección y estamos descubriendo que mentalmente también.

—La química perfecta —repitió como si estuviera degustando mis palabras en su boca. —Me gusta.

—Entonces, ¿ya se te han pasado los celos? —traté de bromear pero quizás fuera demasiado pronto.

—Me gusta como te queda el pelo rojo —ignoró completamente mi pregunta, quizás por no querer contestarla o quizás por no tener una respuesta mientras que su mano jugaba con un pequeño mechón de mi pelo enredándolo en su dedo.

—No me lo recuerdes, aun estoy cabreada contigo por eso —dije completamente seria. No me desagradaba mi melena color fuego, lo que si lo hacía era mi sed de venganza y obvio que pensaba vengarme.

—Me tiraste un cubo con agua helada, creo que estamos en paz.

—De eso nada, el tinte es algo permanente mientras que el agua solo duró unos instantes.

— ¿Me estás diciendo que quieres seguir con la apuesta? —la sorpresa en su rostro era evidente así que asentí en su dirección desvelando la respuesta. Mientras esperaba sus próximas palabras me dediqué a dibujar un pequeño camino de besos desde su cuello hasta su oreja.

—No trates de distraerme con tus labios —dijo pero no hizo absolutamente nada para detenerme —Juguemos entonces, Cleo, ahora la cosa se ha puesto más interesante.

— ¿Y eso por qué? —pregunté entre beso y beso mientras colaba mis manos bajo su camiseta.

—Porque tu cuerpo ahora está de mi parte —contestó con una sonrisa de vencedor pegándole un rápido mordisco a mi pecho por encima de la tela de mi jersey. —Y eso significa que vas a tatuarte mi nombre.

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