— ¡Hugo! ¿qué haces?— Escucho rugir a Damian y en medio de mi turbulencia creo sentir un forcejeo entre ambos hombres, quizás Damian evitando que el grandulón descargue más de su ira contra mi cuerpo.

— ¡Esta puta se lo merece!— Hugo contesta también a gritos. Ya parece que han dejado de forcejear.

— ¡Joder!— Se lamenta Damian.

— Es una soplona, y tú más que nadie sabe cómo hay que tratar a una soplona. Además me lo debes, Damian. Me lo debes.— Insiste Hugo.

— Está bien, pero aquí no, no puedo verlo.— Damian al fin acepta con una voz que se apaga al final.

Lo siguiente que siento es que Hugo agarra un puñado de mis cabellos de la parte posterior de la cabeza y los jala con tal intensidad que me levanta del piso, haciéndome gritar y desahogando con su salvaje manera el odio y las ganas que guardaba para mí desde hace tiempo. Es un dolor tan tenaz que lloro irremediablemente con los ojos cerrados. Tengo la horrible sensación que desprenderá mi cuero cabelludo del cráneo, así que en un intento de disminuir la agonía me agarro de la muñeca del sujeto. En cualquiera momento voy a colapsar del dolor. Y pensar que esto solo es una pequeña muestra de lo que vendrá y lo que sea que esté planeando para mí, será verdaderamente horrible, o Hugo no iría tan contento.

Gimiendo por el creciente suplico soy arrastrada por mis cabellos al fondo del salón. Hugo corre unas inmensas puertas de madera que separan el estudio de una pequeña biblioteca y me hace entrar. Los libros que cubren las paredes serán testigos silenciosos de mi tragedia.

— ¿Sabes qué voy a hacer después de que acabe contigo?— Me dice jalando nuevamente mis cabellos para pegarme de espalda a su torso y hablarme al oído. Suelto una queja en forma de sollozo y quisiera no darle el gusto de escuchar mis lamentos, pero no hay manera, de un momento a otro mi cabeza va a estallar. Entonces, con sus finos labios curvados hacia arriba, en una sonrisa mezquina dice:— Buscar a tu amiga Lina, la pija, que se creé mejor que todos y delante de la marica de su esposo me la follaré tan duro que la voy a partir en dos, luego tomaré a la pequeña y la venderé. En el mercado correcto hay quienes pagan bastante pasta por una bebé bien criada.

— ¡No!— Grito aterrada con las imágenes de Lina y sus pequeña familia lastimado por esta bestia. 

— Pero antes disfrutaré un rato contigo.— Me empuja a una pequeña mesa a dos pasos delante de nosotros y ahí libera mis cabellos e inmediatamente desgarra la parte trasera de mi blusa.

— ¡Déjame!— Vuelvo a gritar aún más alto, con la horripilante idea de ser violada por Hugo. No, esto no puede estar pasando.

— No te emociones, que lo último que haría es follarme a una perra usada por tantos. No, tengo mejores planes para contigo, te asotaré hasta dejarte la espalda en carne viva—.  Hugo es libre de esplayar todo su desprecio hacia mí, se siente el gusto en su tono de voz.

Escucho como abre la hebilla de su correa y eso me da unos preciosos segundos para echar mano a mi bolsillo y sacar la navaja que me dio Nico. Con mano segura y la imagen de Lina dándome valor, me giro y hundo el arma blanca justo donde me enseñó mi amigo, en el muslo y giro la hojilla para cercenar la arteria femoral. El golpe es certero y mortal y le arranca un grito de horror. Cinco segundos tiene de vida Hugo. Él con los ojos desorbitados por el terror da unos pasos hacia atrás, contemplando como la sangre brota a caudales de su muslo, empapando el pantalón y de ahí al piso. Nunca imaginé que del cuerpo podía bullir así la sangre. Me produce náusea.

— ¡Maldita, me has matado!— Dice con lo último que le queda de aliento y coge su revólver del cinto con dedos tembloroso y ensangrentado.

Oh Dios, mi hora ha llegado.

A Pesar De Las Espinas ©Where stories live. Discover now