La fiesta de bienvenida (Parte I)

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Me vestí con rapidez y me puse a secar mi pelo. En cuanto apagué el secador me percaté de que la pantalla de mi móvil se había alumbrado y la curiosidad hizo el resto.

Desconocido:

Hola Cleo, soy Pablo y espero que me recuerdes porque si no estaré quedando fatal.

No sé muy bien el porqué pero su mensaje me pareció super tierno.

Yo:

Hola Pablo, claro que te recuerdo. ¿Cómo estás?

Le contesté con la rapidez que me permitieron mis dedos. Y si mis dedos parecían teclear como si fueran los dedos de ''Flash'' los de Pablo no se quedaron atrás ya que me contestó enseguida.

Pablo:

Pues muy bien la verdad ¿y tú?

Yo:

Muy bien también. Estaba deseando que me hablases.

Pablo:

Entonces que suerte que lo haya hecho.

¿Te apetece salir a tomar un café? Hay un lugar cerca del campus que hacen un café irlandés delicioso.

Si hace unos segundos estaba feliz de que me hubiera hablado, el hecho de que me invite a tomar algo ya me hacía pegar botes de alegría. El chico de las cajas, más conocido como Pablo tenía algo que me gustaba en las personas y es que me transmitía una tranquilidad y una seguridad que me parecía increíble. Aunque siendo fiel a mi manera de ser, aun pondría a prueba si valía la pena confiar en él. Por ahora iba a dejarme llevar un poquito.

Yo:

Parece que me hayas leído la mente.

Mándame la dirección y estaré ahí enseguida.

Pablo:

Perfecto, estoy deseando verte.

Una gran sonrisa se dibujó en mis labios en cuanto leí su respuesta. Bloqueé y guardé el teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón y por fin me dispuse a salir del baño para preparar mi bolso y huir de aquí por un rato. En cuanto abrí la puerta choqué de bruces con el pecho de Lionel, que parecía que se había puesto en mi camino a propósito.

— ¿Te importa? —pregunté mientras que trataba de avanzar y él no hacía más que imitar mis movimientos impidiéndome así salir.

—Sí que me importa —contestó con una sonrisa traviesa en sus labios. Como si no fuera suficiente tenerlo a veinte centímetros de mi que encima me sonríe para complicarme más la existencia.

—Déjame pasar Lionel, tengo que irme —volví a tratar de bordearlo por la izquierda, pero como si hubiera leído mis pensamientos me lo impidió sin demasiado esfuerzo. Por primera vez en todo el día mis ojos conectaron con los suyos y por unos instantes me perdí en esos pozos negros sin fondo y sentí como parte de mi alma se quedaba atrapada en ellos. ¿A caso eso es posible?

— ¿Cómo sabes mi nombre? —su voz pasó de ser juguetona y divertida a dura y fría a la vez que su sonrisa desaparecía sin dejar el más mínimo rastro.

Juegos salvajesWhere stories live. Discover now