XLIII

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Natalia movió un poco la cabeza ante el comentario de la rubia, levantándose por fin y dirigiéndose hacia ella.

-Hola.-Susurró, acercándose un poco.

-¿Qué te pasa?-Preguntó Alba con una risa, al ver a la chica en un estado que no entendía.

-¿Eh?-Exclamó, poniéndose algo roja.-Nada, que me va a pasar.

La más bajita sonrió y se aproximó a ella, poniendo los brazos sobre sus hombros mientras sentía como la morena situaba sus manos en su cintura.

-Nat.-Susurró, a centímetros de sus labios.

-Dime.

-¿Te pongo nerviosita?-Se mofó.

-Más quisieras, guapa.-Le dijo Natalia, ahora con sus emociones un poco más controladas.

-¿Seguro?-Su voz se había tornado demasiado sensual. Bajó sus manos y comenzó a acariciar sus brazos con tan sólo la punta de sus dedos.

La otra chica asintió, sonriendo un poco ante la actitud de la rubia. Sabía perfectamente lo que pretendía.

-¿Y yo a ti?-Preguntó de vuelta, agarrando su trasero y pegándola a ella.

Alba bajó la mirada a sus labios, mientras respiraba con dificultad.

Ninguna de las dos pensaba ceder.

La morena se inclinó despacio hacia la otra, que había cerrado los ojos, pensando que la iba a besar.

Se sorprendió enormemente cuando tan solo obtuvo el roce de los labios en su mejilla izquierda.

Natalia se rió un poco cuando vio su cara, tenía una expresión de confusión y enfado.

Cogió a la morena de la nuca y decidió lanzarse ella, no pudo aguantar más las ganas.

Comenzaron con un beso ansioso, jugaban a ver quién de las dos se hacía con el control, y no pararon hasta que una de las dos lo consiguió.

Se separaron con los labios muy hinchados y se quedaron a centímetros. Sus narices se rozaban suavemente.

Alba, intentando controlar su respiración, subió sus piernas y rodeó la cadera de Natalia con estas, sintiendo cómo la agarraba.

Guió sus manos a su cara y le acarició las mejillas suavemente, intentando memorizar cada parte de ella.

-Sabes que cuando salgamos se van a reír de nosotros, ¿no?-Murmuró la morena, mirando a la orilla de reojo.

-Bueno, nos acabamos de liar en el mar, me la suda lo que digan.-Respondió la rubia, provocando una risa en la otra.

Le dio un pequeño pico y dejó que se bajara de ella, para volver con su grupo.

Cuando llegaron, todos las observaban con una cara de picardía extrema, señal de que las habían visto.

-Preferimos no comentar sobre la situación que se ha dado en el agua.-Informó María.-Sólo diré que el nivel del mar ha subido considerablemente.

Las chicas se sentaron cada una en su toalla, riéndose de lo acababan de escuchar.

Tomaron el sol por unos cuantos minutos, mientras que compartían la misma música, cada una con un auricular.

Sus amigos se fueron a bañar y ellas se quedaron de nuevo solas, tenían demasiado calor así que decidieron ir al chiringuito por unas bebidas.

Caminaban por la arena de la mano mientras conversaban sobre el viaje, hasta que observaron como una pelota se les acercaba.

-¡Rubia!-Gritó un chico a lo lejos, refiriéndose a Alba.-¡Pásame la pelota y te paso mi número!

Natalia, al escuchar ese comentario, entró en cólera.

-¡Lo que te voy a pasar yo es una patada en los huevos como no dejes a mi chica en paz!-Exclamó furiosa.

-¡No te pongas celosa, guapa, qué para ti también hay!-Siguió el chaval.

La morena hizo la intención de ir hacia él, pero Alba la agarró de la cintura y la abrazó, susurrándole que se tranquilizara.

-Le voy a partir la cara, será gilipollas.

-Amor, ya está, venga, que te invito a una cerveza.

Natalia bufó y se dirigió a comprar las bebidas, con una cara de enfado que a la rubia le parecía demasiado adorable.

-Odio a los machitos que se creen que todas las tías les pertenecen.-Dijo, recordando la situación.

-Ya lo sé, cariño, yo también los odio, pero no te puedes poner a su nivel porque dejas que te superen.

-Tienes razón, pero te dicen algo y salto, ya lo sabes.

-Lo entiendo, churri.-Sonrió, poniéndose de puntillas para darle un pequeño pico.

Volvieron a su sitio y le contaron al grupo la situación, poniéndose todos en desacuerdo ante esos comentarios.

-A mi cada vez que me dicen algo desde un coche me pongo enferma.-Contó Julia.

-El día que dejen de hacer esas cosas, empezaré a creer en la humanidad de verdad.-Siguió María.

-Me parece bastante estúpido que los hombres hagamos eso.-Comentó Dave, que había escuchado la conversación atentamente.-No se si se piensan que se van a subir en su coche o algo.

Natalia, un poco más calmada, indicó a la rubia que se sentara entre sus piernas mientras continuaban con la conversación.

Se abrazaron y se quedaron toda la tarde en la playa, disfrutando del verano.

Por si ya no estás | AlbayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora