XI

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Cuando entraron a la casa de Natalia se quedaron todas asombradas, ya que era la copia exacta de la dueña.

Tenía un toque acogedor que las chicas no podían explicar, los colores predominantes eran rojo y negro. Combinaba todo perfectamente.

-Wow.-Exclamó Alba, que no había hablado mucho en el camino.

-Que hija de puta, es más grande que la nuestra.-Dijo María indignada, lo que hizo que las demás soltaran una carcajada.

-He comprado provisiones por si algún día veníais, están en la nevera. ¿Alguna voluntaria?

-Quiero ver ese paraíso.-Se ofreció Africa.

Mientras las demás ayudaban a la morena, Alba se había distraído mirando todos los detalles de la casa, no había demasiados cuadros, algunos de su familia o de ella cuando era pequeña.

Siguió recorriendo la casa hasta que se encontró con una habitación que le llamó un poco la atención.

Natalia se había montado un mini estudio con los ahorros que tenía cuando llegó a Madrid, y era lo que Alba estaba viendo.

Tenía varias guitarras, un piano, unos cuantos micrófonos y un ordenador para montar todo.

-¿Te gusta?-Dijo la dueña entrando por la puerta, provocando un susto en Alba.

-¡Que susto!-Exclamó llevándose una mano al pecho.-Es precioso, no sabía que cantabas.

-Y no lo hago, pero me gusta y siempre quise tener uno de estos.

-Me tienes que cantar.

-Algún día, Albita.

Se quedaron mirando a los ojos más segundos de los que normalmente se miraban, hasta que Natalia, como siempre, desvío la mirada. Este gesto hizo que Alba soltara un suspiro de frustración.

-Vamos con las demás, anda.

Estuvieron en el salón tomando cervezas y jugando a las cartas toda la noche, riendo y pasándoselo bien, hacía mucho tiempo que Natalia no se sentía así.

La morena tuvo el detalle de prestar un pijama a cada una de ellas, a todas le quedaba bien, a diferencia de Africa, que parecía un duende dentro de un saco de patatas.

-Es que claro cariño,-Dijo.-Metes a un koala en la piel de una jirafa, y es lo que hay.

-Tampoco te flipes tanto, que con un chimpancé te vale.-Contestó María riendo.

Afortunadamente, el estudio de la morena contaba con un sofá-cama en el que cabían perfectamente dos personas, que se pidieron Marta y María. Africa prefirió dormir en el sofá del salón.

-No pensarás dormir en mi cama.-Picó la morena susurrando.

-No, tenía pensado pedirte una almohada para la bañera. ¿Por?

Ambas se rieron del comentario y se dirigieron a la habitación de Natalia para dormir.

-Nat.-Llamó la rubia.

-Dime.

-¿Te pasa algo conmigo?-Preguntó por fin Alba.

-No. ¿Por?

-Porque antes cuando estábamos solas era cómodo, pero ahora siento que me evitas todo el tiempo.

-No te evito, será tu imaginación nena.-Dijo con una risa falsa, dándole un toque con el dedo en la nariz.

Alba quiso comprobarlo y se acercó unos pasos a la morena, que intentaba no ponerse nerviosa ante la cercanía.

Cuando estuvieron cara a cara, Natalia solo aguantó cinco segundos antes de apartarse.

-¿Te pongo nerviosa?-Preguntó Alba preocupada.

-No.

-¿No?

-No.

-Sé como puedo acabar esto.

Y acto seguido se lanzó hasta ella para tirarla a la cama y comenzar a hacerle cosquillas por todo el estómago mientras Natalia suplicaba que parase.

-Vale, vale, me rindo.-Dijo recuperando la respiración.

La posición en la que se encontraban era bastante comprometedora. Alba estaba subida a horcajadas de la morena, con las manos en sus caderas. Mientras que Natalia estaba tumbada boca arriba mirando a la rubia.

-Ahora no puedes huir.

-¿Quién dice que no?

-Natalia...

-Alba...

Y la morena se giró dejando las posiciones anteriores completamente invertidas.

-¿Ahora quién está en problemas?

Alba no le contestó, se había quedado mirándola sin escucharla.

-No me mires así.-Dijo Natalia.

-¿Dónde está la chica molesta que me echaba el humo en el baño de un bar?

-Se fue cuando te conocí.

Y volvió a pasar, de nuevo las miradas intensas con un suspense que ahogaba. Y otra vez Natalia quitaba la mirada.

-No deberías privarte de las cosas que quieres.-Suspiró Alba.

Natalia se quedó pensando en lo que la rubia había dicho, y decidió hablar.

-Voy a hacerte caso.

Y la besó.

Por si ya no estás | AlbayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora