Alba había conocido a un chico, se llamaba Pablo.
Le había caído bien y habían quedado un par de veces, pero no le acababa de convencer del todo, a pesar de que estaba muy ilusionado.
Natalia intentaba aparentar que no le importaba, aunque por dentro se muriera de celos.
Un día quedaron todos juntos para celebrar el cumpleaños de Carlos, que había sido hace unos días.
Alba decidió llevar a Pablo, para comprobar si se complementaba con sus amigos.
Habían propuesto juntarse en un pequeño bar a las afueras de la capital, donde se tocaba música y el ambiente era bastante agradable.
La morena decidió sentarse lo más alejada que pudo de la pareja, que conversaba felizmente desde el otro extremo de la mesa.
Le reconfortaba ver como la chica intentaba evitar a ese tal Pablo a toda costa, que no dejaba de atosigarla.
Natalia sabía que Alba odiaba que la agobiasen, era una de las cosas que más respetaba cuándo estaban juntas.
Se había pasado la noche observándolos, comprobando si todo aquello era cierto.
En un momento dado el chico se lanzó a besar a la rubia, encontrándose casualmente con su mejilla.
Alba, inconscientemente, dirigió su mirada a Natalia, intentando hacerla saber que no le iba a besar.
La morena le sonrió desde la lejanía y le hizo ver que no pasaba nada.
Señaló el baño con la cabeza, haciendo que la otra chica asintiera y se levantara prácticamente corriendo hacia él.
Natalia esperó unos segundos y la siguió, encontrándose con ella apoyada en los lavabos.
-Lo siento, Nat, no quería traerlo, pero necesitaba comprobar que no estaba loca, por favor.-Balbuceaba la rubia, casi sin entendérsela.
La morena sonrió aún más y se acercó a abrazarla con un cariño que ni ella misma se esperaba.
-No te preocupes, lo sé.-La tranquilizó.-Lo que no entiendo es porqué estás con él si no te gusta.
-No lo sé, quitarme mierda de la cabeza, supongo.-Dijo Alba, encogiéndose de hombros.
-¿Te acuerdas cuándo nos empezamos a conocer?
-Claro.
-Tú me dijiste que dejara de no hacer las cosas que no quisiera por el miedo a lo que podría pasar, ahora te tengo que dar el mismo consejo a ti.
La rubia recordó las conversaciones, comprobó que la chica estaba en lo cierto.
-No sé qué es lo que quiero.-Susurró.
-En el fondo lo sabes, pero tu cabecita no te dejasentir.-Respondió, tocándole suavemente las mejillas.
Alba se quedó mirando los ojos de Natalia mucho más de lo amistosamente permitido.
Pensó en el daño que le había hecho, pero también en lo feliz que se sentía cuándo estaba con ella.
Bajó su vista a sus labios, preguntándose repetidas veces si besarla o no.
Sabía que cambiaría todo con ese acto.
Lo sabía, y aún así lo hizo.
El beso fue suave, prácticamente un roce, ambas con el miedo en la garganta.
Se separaron y dudaron un poco, Natalia no se creía lo que acababa de pasar.
Sonrió, siendo consciente de la situación, y atacó de nuevo los labios de Alba.
Esta vez hubo más intensidad, ambas sabían lo que querían y lo transmitían bien.
Siguieron así por un par de minutos, hasta que la morena cogió a la chica por las piernas y la subió al lavabo más cercano, poniéndose entre ellas.
Se separó de su boca con una sonrisa. Le acariciaba suavemente los muslos mientras la miraba.
-Lo siento.-Susurró la rubia.-Siento haberte hecho sufrir tanto.
-Albi, cariño.-Dijo Natalia, con una voz demasiado dulce.-No te preocupes por eso, yo te lo hice pasar peor.
-Ya, pero...-Y se rompió, escondiéndose en el pecho de la morena en un llanto descontrolado.
-Hey...-Consolaba la otra chica, acariciando su espalda.-Ya está, no podemos seguir así.
-Ya lo sé.
-Te voy a dejar tiempo, ¿vale?-La rubia asintió, sorbiendo su nariz.-Piensa lo que necesites, toma una decisión y hablas conmigo.
-Joder, Nat.-Se quejó, limpiándose las lágrimas con la manga.
-¿Qué pasa?-Preguntó preocupada.
-Siempre me haces esto, si fueras una cabrona te habría mandado a la mierda hace mucho.-Dijo, riéndose suavemente, contagiando a la otra.
