XXXVII

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Las cosas entre las chicas habían cambiado un poco, se veían más a menudo con la excusa de salir con los demás.

Lo cierto es que no les sentaba mal ser amigas, habían aprendido a contener las ganas delante de la otra.

Natalia había invitado a todos a ver una película en su casa. Compró palomitas y chuches.

Cómo no cabían en el sofá, algunos se tumbaron en la alfombra, que era bastante cómoda.

Alba estaba sentada junto a la morena, que tenía el bol de palomitas encima.

Le dio un escalofrío y Natalia la miró, acto seguido, se levantó y volvió con una manta.

La extendió por encima de sus piernas y le dejó la mitad a la rubia, que la miraba con ternura.

-Gracias.-Susurró, evitando interrumpir a los demás.

-De nada guapa.

Pasó un buen rato y las palomitas se acabaron, así que Natalia se incorporó a dejar el bol vacío encima de la mesa.

Cuando volvió hacia atrás, notó como Alba la miraba. Se giró para encontrarse con sus ojos y sonrió.

-Oye,-Murmuró.-¿Sabes cuántos hombros hay aquí?

-¿Qué?-Preguntó la rubia, sin entender nada.

-Mira, uno,-Contó, tocándose su hombro.-dos,-Se tocó el otro.-tres,-Rozó el de Alba, pasó su brazo por detrás de su cabeza, sorprendiendo a la rubia.-y cuatro.

La otra chica no pudo evitar reírse ante esto, dejando a Natalia colocar su brazo correctamente sobre ella.

-Dios mío, esto es mejor que la excusa del bostezo.-Dijo, aún riendo.

-¿Has visto?

La más bajita asintió y volvió a dirigir su atención a la pantalla, sin dejar de sonreír.

Se acurrucó más junto a su pecho, para cerrar los ojos y quedarse dormida en mitad de la película.

Natalia no tuvo el valor de despertarla, por lo que simplemente se quedó observándola todo el rato.

Cuando en la televisión no se veían más que los créditos, todo el mundo se desperezó, saliendo del mundo del cine y volviendo a la realidad.

María veía a las chicas con ternura, siendo consciente de cómo la morena se movía intentando no despertar a la otra.

Inevitablemente, Alba acabó abriendo los ojos, encontrándose con los de Natalia, que la miraba con una sonrisa torcida.

-Vaya siestecita.-Le susurró.

-Ya ves.-Respondió la rubia, estirándose un poco.

Decidieron poner otra de miedo, dándole un buen disgusto a Alba, que no le gustaban nada.

Se tapaba los ojos o se escondía en el cuello de la morena en cada susto. Natalia se hacía la tonta y no le decía cuándo terminaba la escena, para poder disfrutar de la respiración de la más bajita en su cuello.

-¿Ya?-Preguntó com voz ahogada, esperando que la morena le contestara.

-Todavía no.-Mintió la chica, habiendo pasado todo hace un buen rato.

La rubia sacó la cabeza de su cuello y miró la pantalla, al darse cuenta, pegó suavemente en el brazo a Natalia.

Así pasaron el resto de la tarde. Cuando llegó la hora de cenar, pidieron unas pizzas y comieron todos juntos.

-Voy a fumar.-Dijo la morena, levantándose y dirigiéndose a la terraza.

-¿Me invitas?-Pidió Alba, cuando la otra chica asintió, se levantó y fue detrás de ella.

Se apoyaron el la pequeña barandilla del piso. Natalia sacó de su paquete dos cigarros, entregándole uno a su compañera.

Se lo encendieron y le dieron la primera calada.

-Joder,-Murmuró la morena.-la primera vez que me acompañaste, jamás hubiera pensado que acabarías haciéndolo conmigo.

-¿Haciendo el qué?-Preguntó la rubia, pensando mal.

-Pues fumar, Albi.-Contestó, soltando una pequeña risa.

-Claro, eso, sí, a eso me refería.-Balbuceó.

Natalia asintió mirándola con una sonrisa burlona, siguió dándole caladas a su cigarro en silencio.

-¿Cómo estás?-Preguntó la rubia.

-Mejor.

-Me alegro mucho, de verdad.

-Estoy en la fase de asumir lo que está pasando.

-Yo también.-Susurró Alba, ganándose la mirada de la chica.

Ambas suspiraron y siguieron fumando, ahora la rubia había apoyado su cabeza en el hombro de la otra.

-¿Quieres otro?-Preguntó Natalia cuando tiró el cigarro hacia la calle.

La chica negó y se metieron dentro de nuevo, mezclándose con el resto de sus compañeros.

Ese tipo de situaciones eran tan confusas que preferían no pensar en lo que acababa de pasar.

Por si ya no estás | AlbayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora