Prólogo

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— Somos libres —susurra mi hermano con sus ojos azules, tan claros como las aguas cristalinas del mar, brillando en la noche.

Lo sostengo fuertemente entre mis brazos mientras las lágrimas se derraman por mis mejillas y mi corazón se rompe en mil pedazos en el interior de mi pecho.

— Sí... lo somos —consigo responder con un hilo de voz.

Esas palabras me causan tanto dolor que incluso me cuesta respirar. La humedad de la tierra empapa mis ropas blancas. El frío penetra en mi cuerpo haciéndome temblar mientras sostengo a mi hermano cuyo rostro pálido me mira con una esperanza desgarradora.

— Al fin... —sus palabras se cortan cuando de repente tose y su boca se llena de sangre tiñiendo sus labios y deslizándose por su barbilla.

Incapaz de contener el llanto, me desmorono sobre él. Sus ojos cada vez menos brillantes parecen estar fijos en el cielo nocturno que se eleva sobre nuestras cabezas. En su rostro hay una sonrisa feliz que se clava en lo más profundo de mi corazón.

Asiento con dificultad.

Nina —susurra y su turbia mirada deja de observar el oscuro cielo plagado de diminutas estrellas para posarse sobre mi humedecido rostro —. Por fin volveremos... a casa...

La temperatura de su cuerpo disminuye a pasos agigantados y su pecho se mueve con lentitud. Acaricio su cara con mis manos temblorosas sólo para darme cuenta de que mis dedos están cubiertos de sangre caliente... su sangre.

— No hables más —con todas las fuerzas que soy capaz de reunir fuerzo una sonrisa y dejo que las mentiras sigan fluyendo —. Pronto estaremos en casa.

Él me devuelve la sonrisa con dificultad y, después, su cara parece congelarse en ese simple gesto y su pecho se detiene por completo. Contengo la respiración esperando a que vuelva a moverse. Un simple movimiento, un suspiro más... pero no lo hace.

— No —lloro presionándolo contra mi pecho —. Hermano, por favor.

Me ahogo en las lágrimas mientras deslizo mis dedos por su pálido rostro. Mi visión se vuelve borrosa y cada músculo de mi cuerpo tiembla sin control.

— Te necesito —susurro contra su mejilla helada —. Por favor.

Una ingenua parte de mí espera que de repente inhale con fuerza y despierte como si no hubiese pasado nada. Que me abrace y que me diga que todo está bien. Que por fin somos libres y podemos volver a casa, pero eso no pasa.

Abruptamente, tiran de mí hacia atrás obligándome a soltar el cuerpo ahora sin vida de mi hermano.

— ¡No! —grito con desesperación viendo como me alejo cada vez más de su pelo del color del trigo y de su mirada en la que siempre había ardido la llama de la esperanza. Un fuego que me mantenía a flote haciéndome pensar que algún día conseguiríamos escapar de este infierno —. ¡No! —intento zafarme, pero ellos me contienen. Las lágrimas no dejan de caer —. ¡Soltadme!

Lo siguiente que sé es que siento una intensa y dolorosa descarga eléctrica en mi espalda. El aire abandona mis pulmones de golpe y abro la boca tratado de recuperarlo. A pesar de que mis piernas se debilitan, no caigo al suelo pues ellos lo impiden. Afianzan mis brazos y arrastran mi cuerpo lacio.

Ya no veo a mi hermano tirado en el suelo y cubierto de su propia sangre. Sólo veo la tierra que cubre el terreno mientras me llevan lejos y, después, todo se vuelve negro.


Triste y corto

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Triste y corto. Lo sé, pero para compensar subiré el siguiente capítulo mañana. ¡Aquí comienza nuestro tercer libro de la colección "El Rastro de los Cambiaformas" !

Espero que lo disfrutéis y gracias por leer. BYE

P.D.: Si eres nuevo y todavía no has leído las historias anteriores. ¿A qué esperas? No es imprescindible ya que los protagonistas son diferentes, pero te ayudará a comprender muchísimo mejor la trama y a reconocer a algunos de los personajes.

El deseo del ave enjaulada © #3Where stories live. Discover now