—Porque sí Caroline, porque era lo que los dos queríamos —contesto con fastidio —estás muy preguntona hoy, ¿no tienes algo más que hacer?

—Vale, duermen juntos, vas por ella a Miami, se llaman todo el día, te quedas hasta la madrugada viendo películas románticas. Creí que el divorcio era para personas que ya no se amaban, no para personas que están enamorados.

—Caroline, ve a tu maldito cuarto.

—Ya no tengo diez años, David.

—Pero es como que los tuvieras.

—De acuerdo, me voy —se pone de pie dramáticamente, o eso creo, en realidad le cuesta levantarse con la ligereza que antes lo hacía, no entiendo mucho de embarazos de mujeres pero sé que su vientre está lo suficientemente grande como para compararla con una ballena —pero no sin antes decirte que me dices a mí que soy idiota todo el tiempo y mírate a ti, dejando ir a una mujer como Natalie, la única mujer que ha llegado a tu vida y me ha caído bien, por un momento pensé que ya no eras tonto y no te fijabas en moscas muertas que les gustan los pitos de hombres con dinero.

—Caroline...

—¿Qué? —para rematar pone cara de flipe, señala su vientre abultado y dice: —sé perfectamente qué es un pito.

Se va y yo me quedo con una manzana a medio masticar en mi boca y a punto de dejarla caer al suelo, santo cielo.

—¿Sabes? Extraño esa época cuando usabas coletas y se te caían los dientes, eras más adorable.

—Ajá... y yo extraño la época cuando salías con buenas mujeres, oh no, espera, nunca lo has hecho.

Ni siquiera volteo en su dirección, ruedo los ojos y finjo que no la escucho, continúo viendo como el camión de mudanzas se aleja. No sé cuánto tiempo pasa hasta que me pongo de pie y me voy directo a mi sofá para dejarme caer sobre él junto a mi computadora.

Miro alrededor y de pronto me siento tan vacío, como si existiese un hueco en mi interior que no se lograra llenar con nada, todos los días lo único que hago es visitar al caga-billetes con quién me limito a hablar de trabajo, siempre está consumido en su laptop y atribuyo eso a la situación que tiene con su padre, no escucha, no presta atención, no dice nada, me cuesta concentrarme, en serio que sí lo intento, pero hay una parte de mí que está en agonía, esa parte donde siento que hay un espacio que rellenar, pero me convenzo que solo es cuestión de tiempo para volver a acostumbrarme a estar solo.

Tecleo en mi computadora cuando el caga billetes se sienta frente a mí, levanto la mirada cuando observo que lo único que hace últimamente cuando se sienta en frente es sacar su laptop y comenzar a escribir. Atribuyo eso a lo acontecido con el señor Carlin, así que no pregunto, continúo en lo que estaba cuando la camarera se nos acerca y ambos al unísono pedimos un café, lo miro de nuevo pero me limito a concentrarme en la pantalla de mi computadora cuando recibo un mensaje y al sacar el teléfono de mi bolsillo me doy cuenta que es Steve.

El anciano me pide llegar al bar de manera urgente y quiero poner cualquier excusa para no tener que plantarme frente a su mirada después de haberlo llamado casi a medianoche contándole que me había divorciado, lo que no fuese tan malo, si no hubieran sido tres veces en una semana y todas con el cerebro alcoholizado y canciones de Aerosmith de fondo. Pero me quedé en shock cuando me dijo que se casaba este fin de semana y ahí le dije que llegaba en un par de horas y es lo siguiente que hago cuando dejo la cafetería con Oliver todavía allá adentro.

Justo al cruzar el umbral el anciano me sonríe de manera amplia y de inmediato me percato de la persona que tiene en frente. Mi corazón da un vuelco en mi pecho y ella me esboza una sonrisa, sé que esto es obra de Steve, lo sé por la forma en que sus labios se curvan de una manera tan maliciosa y ahora mi estómago se estruja solo de pensar que le haya contado sobre mis llamadas a medianoche.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now