Parte 47

90.2K 10.9K 2K
                                    


No sé la hora exacta cuando estoy en el aeropuerto de Miami, solo sé que muero de hambre y sueño, siento mi cabeza a punto de explotar y me arrepiento haberme quedado despierto hasta la madrugada cuando sabía que tenía que viajar tan temprano.

Ayer por la noche, o más bien, la madrugada del día de hoy cambié el vino por whiskey en las rocas y, Camilo, luego de insistir en decirme que no tomaba, finalizó acabándose los chupitos por mí y ambos dejamos el bar coreando una canción de Red Hot Chili Peppers, porque hasta eso, al parecer teníamos los mismos gustos musicales.

—¿Te gusta Red Hot Chili Peppers? —le pregunté, al escucharlo corear una canción de esa banda que sonaba en la radio, no dudó ni un instante en contestar mostrando una gran sonrisa.

—Can't Stop es mi favorita —respondió, comenzó a cantarla y yo lo acompañé en el coro. Así nos fuimos luego de unas cuatro canciones de Red Hot Chili Peppers y la quinta la terminamos en el parking. Pero no fue todo, después nos fuimos al bar de Steve y se lo presenté como mi nuevo amigo, lo felicité por su matrimonio y le dije que me había enterado que a Camilo en realidad no le gustaba Natalie, que le gustaba su compañera de trabajo, así que no tenía nada de qué preocuparme.

Tan así de alcoholizado estaba.

Hoy me arrepiento por completo.

Bajo del avión y me siento como Edward Cullen cuando soy expuesto ante tanta claridad a estas horas de la mañana, me da la impresión que pronto arderé en fuego y siento un dolor punzante atravesarme el cráneo, cierro los ojos con fuerza y me pongo las gafas de sol.

Odio las malditas resacas.

Voy por mi maleta y hago todos los trámites para salir de aquí ahora mismo, pero sé que de nada me serviría porque tengo un funeral al que asistir dentro de unas horas y los funerales no son precisamente mi evento favorito. Me voy camino a la dirección indicada, estoy sacando mi teléfono celular para comunicarme con Natalie, me dijo que iba a estar aquí y no he sabido nada de ella desde ese último mensaje, pero justo en ese instante la castaña aparece en mi campo de visión, está mirando hacia un lado pero de inmediato como si alguien llamara su nombre sus ojos me enfocan y esboza una sonrisa. En ese momento, está dirigiéndose hacia mí e intento corresponder su efusivo abrazo cuando su cuerpo choca contra el mío y sus labios se pegan en mi mejilla repetidas veces.

—Noooo —digo, con tono fatalista cuando se separa de mí y veo su labial rojo corrido un poco y solo me esboza una sonrisa en respuesta.

—Espera —dice, sacando un pañuelo de su bolso —aquí hay muchos surfistas bronceados y musculosos, no quiero que te miren con mi labial regado por la cara.

La miro con desaprobación aunque no estoy seguro si pueda verlo detrás de estas gafas de sol, le quito el pañuelo que está sosteniendo contra mi cara y tomo su cabeza con ambas manos y acerco mi rostro a sus labios para frotar mi mejilla contra su labial.

—Listo, vamos —contengo una risa cuando escucho una carcajada suya a mis espaldas. Sigo mi camino hasta la puerta de salida y me detengo antes de pasar el umbral para esperarla.

—Por cierto... —dice, llegando hasta mí. Continuamos caminando a la par y cruzamos la puerta de salida. No sé en qué hacia donde nos dirigimos pero yo solo continúo en su dirección —¿Dónde estuviste anoche? Te llamé unas cinco veces.

Había visto sus llamadas, claro. Pero no podía contestar en ese momento y decirle que estaba tomando con Camilo en un bar, así que decidí ignorarlas y fingir que no las había escuchado.

—Fui por una botella de vino, nada más.

—¿Con Camilo? —eso hace que me detenga en seco, ella a la par mía también se detiene cuando me ve a mí hacerlo.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora