Parte 36

100K 11.5K 4K
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Pero no hubo manera de convencerla. Todo el camino al supuesto aeropuerto reservado específicamente para actividades recreativas, —como si morir fuera una actividad recreativa—, fue un jodido tormento mientras Natalie solo decía:

—Relájate David, ya verás que será muy divertido. Necesitas salir de la rutina y sentir lo que es la adrenalina.

¿Adrenalina? Adrenalina es conducir a doscientos veinte kilómetros por hora cuando estás tomado y te persigue una patrulla, ella es la que no sabe qué es adrenalina de verdad. No entiendo que adrenalina se puede sentir mientras caes de algo que va volando en el aire.

¡Oh por Dios!

Hoy voy a morir.

Ahora entiendo cuando alguien te dice que antes de morir, ves con el ojo del alma todo lo que has hecho en tu vida, o algo así. Eso mismo me pasa a mí y me doy cuenta que no he hecho nada bueno, mientras miro por el parabrisas aquel lugar frente a nosotros.

—David —escucho la voz de Natalie reclamando mi atención y por un momento me siento perdido, me espabilo aclarando mi garganta, tomo una calada de aire y me preparo mentalmente para caminar hacia mi muerte —vamos.

Constanza se baja del auto de una manera tan entusiasta que me aterra, ni por la salvación de mi alma quiero tirarme de un helicóptero, avión o lo que sea. Parpadeo unas tres veces para armarme de valor, y cuando me mentalizo que sí, definitivamente, voy a morir dentro de unas cuantas horas intento abrir la puerta del auto, pero ella ya está ahí sosteniéndola para mí con esa sonrisa sádica en sus labios, la misma con la que me despertó esta mañana.

—¿Quién carajo puede disfrutar esto? —tomo mis gafas de sol y las pongo en mis ojos una vez que mis pies tocan el pavimento del parqueo, cierro la puerta del auto y miro en todas las direcciones esperando ver a alguien muriendo para jugar al paramédico y así perdamos nuestro turno.

—Ehhh, todos —habla, tomando mi mano y llevándome a arrastres hacia el interior del sitio. Miro a una multitud de personas rebosante de alegría, ansiedad y entusiasmo, con sus monos estúpidos de paracaidistas. Si algo voy a agradecer, es que al menos me miro bien con este traje.

—¿Sabes qué? —le digo a Natalie, ella se gira un poco en mi dirección mientras caminamos hacia, creo, recepción —esto es una mala idea.

—David, basta.

—Tengo tanta mala suerte que si muero, te aseguro que no van a encontrar mi cuerpo.

—David —menciona entre risas—, ¿por qué te quejas tanto?

—Porque, para empezar, quejarse es gratis.

Ella solo está riendo mientras firma unos papeles luego de dar con la ubicación de la recepcionista, les doy un vistazo y me doy cuenta que dice que ellos no son responsables de cualquier daño o accidente causados por la mala manipulación de arnés, ah y que también tenemos que regresar por nuestra cuenta con tan sólo una brújula y un mapa. Es decir, podemos caer en una tribu de caníbales y nadie irá a nuestro rescate.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora