Parte 32

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Busco un lugar donde aparcar mientras observo de manera rápida el lugar frente a mí, no tardo ni dos minutos en reconocer que se trata de un boliche, no es un lugar ostentoso, pero tampoco es tan sencillo como Natalie mencionó. No debí ponerme esta camiseta de pokemon.

—Natalie, me dijiste que era un lugar sencillo, traje una puta camiseta de pokemon. —ella se ríe, toma su bolso y se gira levemente en mi dirección.

—Estás bien, David. Además, no todos los hombres se miran así con una camiseta de pokemon.

—¿Así como?

—Guapo. No sabía que pikachu podía verse tan bien —me guiña un ojo, me hace reír, ella también se ríe —oye, muchas van a querer que las electrocutes, me voy a poner celosa.

—¿Qué diablos...? —me río más fuerte, apago mi auto para salir y mi espalda choca con el respaldar del asiento mientras espero que Natalie se ponga su brillo labial aún en risas.

—¿Has jugado boliche alguna vez? —Le doy un vistazo y me encojo de hombros, ella se está viendo en un pequeño espejo que guarda de inmediato en su bolso.

—La última vez que jugué fue hace unos cuatro años, luego de eso no he tenido citas y esto es muy... romántico —ella arruga el espacio en su entre-ceja y luego sus labios se curvan en una sonrisa —bueno, cuando vienes solo con esa persona.

—¿Desde cuándo no tienes una cita? —me deshago de mi cinturón y la observo a ella, me está viendo con algo de intriga en su rostro. Lo que quiero decirle es que dio esa palabra «cita».

—Depende a qué llames... —hago una cautelosa pausa —cita.

—A lo mismo que tú, salir con una persona en plan... romántico —también se deshace de su cinturón, pero se queda ahí, con su espalda en el asiento viéndome fijamente, esperando mi respuesta, una respuesta que no quiero contestar.

—No lo sé, desde mi última novia tal vez —salgo del auto. Lo rodeo para abrirle la puerta pero antes de que lo haga ella ya ha salido —maldición Natalie ¿Por qué me haces ver tantas películas románticas si no me dejas practicar lo que aprendo?

Ella se ríe, pero no me ve, busca algo dentro del coche y se inclina para sacar algo del asiento trasero, recuesto mis caderas en el auto y miro especialmente como su prominente curva se resalta mucho más en esa posición.

Siento que me palpita algo, y no es precisamente el corazón.

—¿Y por qué no has tenido otra novia desde entonces? —ella se endereza y gira en mi dirección, miro hacia otro lugar y en el parqueo hay un auto casi idéntico al mío.

Esto es igual a cuando una mujer va a una fiesta y se encuentra una mujer luciendo el mismo vestido. Natalie ve en la dirección que yo estoy viendo y bufa mientras acomoda las correas de su bolso en su hombro.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora