Parte 52

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Natalie se mudó el fin de semana.

Pero yo no hice nada para que no lo hiciera; este era nuestro plan desde que todo esto empezó, divorciarnos y seguir con nuestras vidas.

Desde aquella noche, apenas hemos hablado, fuimos en el mismo vuelo pero no pudimos compartir más que unas miradas por la distancia de nuestros asientos. Su actitud es la misma, Natalie no ha cambiado en nada, lo que me hace pensar que para ella todo está estupendo, ahora es una mujer soltera y tiene un apartamento en el centro de la ciudad. Yo intento verme indiferente, trabajo todo el día en un proyecto nuevo con el caga-billetes para no tener que estar pensando en ella. Hoy al llegar a mi hogar me encontré el camión de mudanzas frente a mi casa y lo vi llevarse unas pocas cosas que Natalie tenía aquí conmigo.

Me siento en los escalones que dan al frente, con mi copa de vino en manos y me doy cuenta que Camilo no está, lo cual agradezco porque no quiero hablar sobre esto con él, no después de que el otro día entre medio de borracheras, me dijera:

—Cuida a Natalie, es de ese tipo de mujer que cuesta encontrar.

Recuerdo haberme reído, aunque yo sabía que estaba en lo cierto y Steve lo miró dándole toda la razón y estrechó su vaso frente a mí esperando chocarlo contra el mío. Cosa que no hice por supuesto, fingí indiferencia mientras me pasaba el trago por la garganta.

—Es lo que le vengo diciendo a este muchacho —dijo el anciano, tomando un sorbo de su cerveza, los miré a ambos, sé que esperaban que dijera algo, así que me apresuré a contradecir.

—Ni siquiera hemos tenido una relación de verdad. Estoy seguro que ella no querría salir conmigo.

—¿Ya se lo preguntaste? —me interrogó la tortuga ninja, con la mirada fija en mí, como si quería decirme algo y tuve ganas de preguntárselo después, cuando Steve ya no estuviera presente y no pudiera recordármelo cuando estuviera sobrio. Pero lo olvidé por completo y ahora es algo que no me atrevo a cuestionarle.

—N... no, pero hasta el momento...

—¿Y tú? —me interrumpió de nuevo Camilo el ya no casado, según lo que me contó con Andi el divorcio iba a ser algo duro, porque no quería hacerlo desde que le dijo que quería a otra persona y, además, ella le había dicho que pelearía la casa y el auto —¿tú si quisieras salir con ella?

Ambos me miraron, ahí me quedé callado.

Siento a alguien tomar lugar a mi lado, Caroline también mira cómo se llevan todo en el camión de mudanza, por unos minutos no dice nada, lo cual me sorprende, pero era demasiado bueno para ser verdad porque casi de inmediato se vuelve a mí y refunfuña:

—¿Por qué eres tan estúpido, David? —la miro, ella ha desviado su vista al frente, está mordiendo una manzana y pareciera no prestarme atención mientras mastica, hasta que sus ojos de un tono verde-azulado se postran en mí.

Caroline es físicamente como era mi madre, la misma estatura, mismo cabello rubio ondulado, mismo color de ojos, nariz perfilada y pómulos resaltados, no hay forma que mire a Caroline y no me acuerde de ella. Yo, sin embargo, compartía físico con mi padre.

—¿De qué estás hablando? —le hablo, le quito la manzana de las manos y le doy un mordisco.

—Divorciarte ¿Por qué lo haces? —me mira como si lo que sea que dice fuera tan obvio, como si supiera como en realidad ocurrió todo, ella no tiene idea, apuesto que tiene una imagen romántica de mi persona en el altar junto a Natalie vestida de blanco.

—¿Por qué? Porque se supone que era lo que debíamos hacer.

—¿Por? —la miro de nuevo y le dedico una mirada cargada de desaprobación soltando un gruñido.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now