Parte 51

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Me limito a verla, a admirarla así, tan cerca. Sus ojos se cierran de nuevo y miro un mechón de su cabello oscuro caer sobre su rostro, lo llevo detrás de su oreja al mismo tiempo que ahueco su rostro en mis manos y deposito un último beso en sus labios, ella me sonríe en respuesta y corresponde el beso, mañana culpo al alcohol, sí eso voy a hacer. Me dejo guiar por la música lenta y dejo que Natalie acaricie mi cuello y su mano recorra mi espalda hasta detenerse justo en mi cintura, ahí me rodea con sus brazos y se separa de mí para acomodar su rostro en el hueco de mi mandíbula.

Nos quedamos así, por unos minutos más que a mí me parecieron horas. Hasta que la música cambió de pronto y más personas comienzan a aglutinarse en la pista. Me quedé con ella en la misma posición hasta que tomó mi mano y me hizo dar una vuelta junto a ella. Suelto una carcajada, me adapto al nuevo ritmo y esto es algo más... ¿sexi? la observo bailar alrededor de mí, mover las caderas y rozarme partes que no debería.

Carajo, mejor le pido que nos vayamos o terminaré mi noche en el baño, utilizando mi mano derecha, con un envase de vaselina.

—¿Nos vamos? —siseo, cerca de su oído, aspirando ese aroma que desprende su cabello y se mezcla con ese olor exquisito de su piel. A una distancia prudencial porque justo ahora no quiero que se dé cuenta lo que me ha provocado.

Ella me mira y asiente, con una voz suave y aterciopelada me dice:

—¿Sabes? Me gustaría hacer algo de lo que me arrepienta mañana —definitivamente su comentario llama mi atención, más por la forma pausada que habla, porque específicamente a mí se me ocurren muchas cosas que hacer ahora de lo que me arrepienta mañana, mucho más cuando el alcohol ya se me ha asentado en la cabeza.

—¿Algo como qué?

—Un tatuaje.

Me quedo estático.

— ¿Un tatuaje? —ella asiente, con un entusiasmo que me aterra y la miro a los ojos con toda la seriedad que he podido recoger, si antes tenía un gesto picarón en mi rostro, ahora es de completa confusión y creo que no he escuchado bien, por lo que agrego: —¿es en serio?

Vuelve a asentir, con una sonrisa al estilo el Joker y dice:

—Sí, deberíamos tener el mismo tatuaje —no, no quiero ni pensar en la idea de una aguja contra mi piel, nunca en mi vida he considerado tener un tatuaje y no lo haré justo ahora —sería divertido.

—No no no no —bien, lo he dicho muchas veces pero quiero que quede claro, tiro de ella para salir del sitio aún ante su resistencia y su risa —estoy bien sin tinta por ningún lado.

—David —protesta, aunque puedo notar el aire de diversión que me mezcla en su tono —sería divertido tatuarnos lo mismo.

—¿Para qué? ¿Para parecer que somos parte de una secta? —se carcajea, hace resistencia al momento de estar saliendo de aquel lugar y me detengo para volverme a ella.

—Le temes a las agujas...

—No —me rio, la tomo de la mano para emprender mi camino hacia el parking, milagrosamente sede de inmediato, pero continúa:

—Y también las alturas.

—No, no tengo nada contra las agujas o las alturas —reafirmo, ella solo deja salir una carcajada y a mí no se me hace nada de gracia recordar eso.

—¿No eres tú el que habla de la importancia de vencer los miedos?

—Yo no...

—Lo leí en la entrevista que te hicieron el año pasado. Te busqué en Google cuando me casé contigo.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora