Parte 42

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Está demás decir que no logré dormir absolutamente nada.

La alarma sonó luego de algunos minutos de haber conciliado el sueño, me remuevo inconforme sobre mis sábanas y siento que la cabeza me da vueltas.

Algo me dice que hoy no estaré de buen humor.

Lo primero que hago luego de abrir los ojos es buscar mi teléfono y encenderlo. Suelto una bocanada de aire al ver que no tengo llamadas perdidas de ningún número, de inmediato llega un mensaje del caga-billetes sobre tener que estar temprano en la empresa porque él irá por Alex al aeropuerto.

Pero olvidó mencionar un detalle.

Al llegar a la empresa, él está ahí.

Su hermano.

Inhalo aire, lo suficiente como para soportar el hecho de tener que verlo ahí, tomando la posición de Oliver cuando él no sabe un carajo lo que está haciendo y me da rabia cuando se presenta en una reunión de socios a corregir al resto cuando ni él mismo sabe de lo que está hablando.

No soy el único que se percata de eso, por la mirada del resto de los presentes me doy cuenta que no solo yo estoy a punto de soltar una carcajada, pero nadie dice nada al respecto porque es el hijo de dueño de este lugar y yo tampoco digo una palabra para evitar problemas, algo que debí haber sabido hace un tiempo y no hubiera comprometido mi beca universitaria. Luego de la reunión intento no cruzarme con él, soy el primero que deja la sala e intento no mediar palabra con nadie que pueda entretenerme, no quiero tener que topármelo en los pasillos o afuera. Por lo tanto, me quedo en mi oficina y no salgo, viendo hacia un punto fijo con mis codos sobre el escritorio y mis dedos entre lazados, descanso mi barbilla en ellos, como por alguna media hora hasta que me doy cuenta que esta no es una posición cómoda.

Escucho la puerta de mi oficina abrirse y casi de inmediato la cabellera pelirroja de Andi es la primera en aparecer en mi campo de visión, casi voy a maldecir en su nombre cuando veo la pila de papeles que trae consigo y me hace fruncir el entrecejo.

—Dice el señor Anderson —detesto que lo llamen "señor" Anderson —que necesita que acomodes estos papeles.

Suelto una carcajada irónica, me pongo de pie y tomo los papeles que trae en manos, paso a la par suya cerrando la puerta de golpe a mis espaldas. Me lo encuentro en el cubículo del escritorio de Crystal, con una taza de café en manos y leyendo unos papeles, de inmediato llamo su atención cuando dejo caer los folios sobre la mesa y me mira enarcando una ceja.

—Ese es tu trabajo por hoy —habla, casi con un tono de ironía, con ese gesto arrogante que me dan ganas de olvidar el lugar donde estoy y qué puesto tengo —no necesitas hacer nada más.

—¿Porqué no lo haces tú? —pregunto, tomando la misma pose suya y con el mismo gesto —este debería ser tu trabajo porque te apuesto que es lo único que sabes hacer.

Hay un silencio en la sala en ese momento, de ese tipo que expone cualquier sonido vergonzoso del organismo humano, siento como la tensión fácilmente podría cortarse con un cuchillo y en ese instante escucho un carraspeo de garganta y él mira hacia un punto por sobre mi hombro, de inmediato me doy cuenta que se trata de Oliver. Él nos mira a ambos soltando un suspiro y yo regreso a mi oficina luego de saludar con un leve asentimiento. Me quedo ahí el resto del día, hasta que mi teléfono me saca de concentración y me percato que es la hora que ya debo ir a casa.

Dudo un par de minutos si debo ver el mensaje o no, y tomando una larga calada de aire saco el teléfono de mi bolsillo y de inmediato lo desbloqueo, siento alivio cuando la luz parpadeante me muestra el número de Natalie, hasta ese momento me percato que hoy no he charlado con ella y ni siquiera la vi al salir de mi casa. Paso el dedo índice por el teléfono y casi de inmediato sus palabras cubren la pantalla del dispositivo.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora