Parte 33

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David

No recuerdo cuando fue la última vez que me reí hasta más no poder con una mujer hasta la media noche en un puesto de hot dogs, jurándome que ya no iba a comer más, sin embargo, aquí estoy tres hot dogs y cuatro cervezas después pensando en todas las horas que tendré que ejercitarme mañana, pero vamos, ¿Quién le dice que no a la comida gratis?.

—¿Ya quieres irte? —pregunta la castaña a la par mía, está concentrada limpiando sus manos en una servilleta, aún lleva puesta mi gorra y alza la mirada para esbozar una sonrisa.

Miro mi reloj, falta poco para las doce y recuerdo que mañana es día de trabajo, pero por algún motivo me gusta estar aquí y me gusta estar con ella que no me importan las cuatro horas que posiblemente vaya a dormir. Hago un asentimiento con mi cabeza luego de mirar alrededor y ver que ya quedamos pocos, me termino el último bocado del hot dog para ponerme de pie.

Ella camina delante de mí, se despide de sus compañeros de trabajo que aún quedan en el salón y yo hago lo mismo. Carmen me rodea con sus brazos y me da un apretón, joder, voy a morir, pero me suelta a tiempo.

Me percato que Sean aún está presente y me concentro en la rubia a su lado, no parece importarle del todo sus palabras, nos mira a nosotros; sin embargo, al verme, de inmediato lleva su vista en dirección a la persona que está con él.

—¿Te parece si pasamos por helado de yogurt? —Natalie llama mi atención, quito mi mirada del tal Sean y la llevo a ella cuando añade: —Yo invito.

—Odio el helado de yogurt —contesto, ella arquea una ceja con una mueca de diversión —odio todo lo que es una cosa y aparenta ser otra.

Ella suelta una leve risa y niega con su cabeza mientras salimos del lugar. Extiende mi abrigo frente a mí y me hace un gesto para que entre en él, llevo mis manos a mi cintura con una mirada de sorna.

—¿Qué? —me dice, ella ya lleva su abrigo puesto. Intento tomarlo con mis manos pero ella lo aparta de mi alcance y río un poco por su intención.

—Okey —digo, girando un poco para ponerme el abrigo —con estas atenciones me siento como toda una princesa.

Ella suelta una risa, termino de ajustarme la prenda mientras toma lugar frente a mí.

—Lamento mucho si digo demasiadas estupideces —hablo, Natalie arquea sus cejas y levanta la mirada llevando una bufanda a mi cuello que miro con curiosidad.

—No son estupideces, David. Me gusta tu forma de ser —la miro solo por unos segundos, luego me percato que me está acomodando la bufanda.

—Natalie... —siseo, al ver que está acomodando esa cosa roja con renos. Recuerdos llegan a mí, recuerdos de cuando mi madre hacía eso. Doy un paso hacia atrás y me quito la bufanda para ahora llevarla a su nuca —tengo la mía en mi auto.

—Está nevando y cruzaremos la calle para ir por el helado de yogurt.

—Exacto, está nevando ¿Cómo puedes ir por helado de yogurt? Hacen unos 0° centígrados allá afuera —comienzo a acomodar la bufanda alrededor de su cuello, ella mira atenta mi rostro, pero yo no la estoy viendo a ella, estoy viendo la prenda entre mis dedos.

—Bien, entonces pediremos café para ti —le sonrío de lado, ahora si miro sus ojos y ella a mí para volver a concentrarme en la jodida bufanda.

—Está bien, el café será.

No decimos nada más mientras salimos del salón, Natalie señala el lugar al otro lado de la calle. Tampoco hablamos cuando andamos hacia dicha dirección, ni cuando ella está pidiendo el helado de yogurt, o cuando pide el café para mí, ni cuando está intentando pagarlo pero yo lo hago por ella. Ni cuando caminamos de regreso al estacionamiento.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora