S.T. [1]: ¡Extraña persona!

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Los árboles meneaban sus hojas solo un poco con con el viento que volvía  congelada la noche, la luna se alzaba en su máximo esplendor y algunos aullidos se escuchaban a lo lejos

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Los árboles meneaban sus hojas solo un poco con con el viento que volvía  congelada la noche, la luna se alzaba en su máximo esplendor y algunos aullidos se escuchaban a lo lejos. Podría ser una madrugada tranquila pero lo cierto es que hoy más personas perdieron sus vidas a causa de una mercenaria temida.  

— Es-espera... p-por favor no lo hagas...

Aquel pobre hombre que se limitaba a rogar y llorar por su vida dejó de hacerlo abruptamente cuando su cabeza salió de su posición original. El cadáver expulsó tanta sangre que cayó en la ropa de quien había causado semejante atrocidad.

— Tch, no traje otro conjunto.— masculló con molestia. Se desamarró la capa que llevaba en la cadera para, con fastidio, comenzar a limpiarse la cara, los brazos, y la ropa.

Después de haber terminado, recogió la cabeza de su víctima y la metió en una bolsa de plástico negra. Miró a ambos lados del bosque y bufó con rabia.

Sus dos compañeros aún no llegaban y le molestaba esperar. Caminó hasta una rama para descansar un momento y observó el panorama, la mayoría de los árboles del bosque yacían manchados de sangre en el tronco.

Se preguntó cuantos litros de aquel líquido rojo tendría una persona en su cuerpo, por que con la familia que había asesinado hace unos momentos logró formar un gran charco de sangre, un poco más y sería un lago rojo.

Sonrió con gracia al recordar la cara de aquellas personas antes de morir, le encantaba ver la desesperación que les producía saber que ya  les había llegado su hora. Ah, realmente le satisfacía recordar aquello.

— Parece que alguien se divirtió sin nosotros.

—  Esto es tétrico.

Los dos sujetos que habían acabado de llegar miraban con escepticismo la escena. Sabían que su compañera hacía ese tipo de cosas, el problema era que nunca lo habían visto en persona ya que ésta era la primera vez que andan de misión los tres juntos.

— ¿No te dije que sólo la cabeza del delincuente?. — siseó el hombre que se tapaba la mitad de la cara y su piel era un tanto morena. Casi al instante, a sus pies llegó una bolsa de plástico.

— Ahí está.— contestó con tranquilidad.

El sujeto recogió la bolsa y la abrió para ojear si era a quien cazaban. Asintió una vez lo confirmó y le tiró la bolsa a su compañero.

—  ¡¿Qué haces?!.— reprochó molesto evadiendo el paquete.

— Lleva eso, yo tengo que cargar el cuerpo de esta otra rata. Colabora en algo, Hidan.

El nombrado chasqueó la lengua, y resignado por la verdad, agarró la bolsa con cierto asco.

— Ya es hora de irnos.— avisó a su compañera, ella bostezó pero se dirigió hacia los hombres y al salir los tres del bosque, Hidan y Kakuzu esperaron a que la chica hiciera el último paso para completar el trabajo.

Con uno de los grandes jutsus que le habían enseñado y que manejaba a la perfección, logró que el bosque completo se incendiara para que así nadie pueda reconocer los cuerpos cuando los busquen. Aunque ella quería dejar la evidencia tal cual, sus compañeros no lo quisieron, por que quien los había contratado pidió que se hiciera de esa forma.

— Perfecto, Hitomi. Vámonos ya.

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—...y luego lo decapité. Así de simple.— movió sus pies juguetonamente en el aire mientras contaba con naturalidad su último trabajo. La coleta que llevaba en lo alto cayó hacia un lado al ladear su cabeza un poco,  su acompañante la miraba serio y eso la confundió.— ¿Porqué me ves así? No he hecho nada malo.

— Decapitaste a una persona.

— Era lo que el cliente quería, además, es nuestro trabajo.— trató de defenderse, pero el ceño fruncido del hombre la hizo encogerse un poco en su asiento.

— Claro, pero tu aún eres una niña, no deberías hacer ese tipo de cosas. —cruzó sus brazos, viéndose intimidante.—  ¿Porqué no dejaste que Hidan se encargara?.

— Por que sus rituales son aburridos...

El chico pelinegro suspiró cansado de que siempre sucedía lo mismo.

— No te prohíbo que asesines, pero si te prohíbo que mates a gente inocente como lo hiciste con la familia del sujeto al que decapitaste, ellos no tenían nada que ver.

— Pero Itachi... creí que sería divertido.— hizo un mohín, sabía el poder que tenía con ello, aquel sujeto al que consideraba hermano, caería y la dejaría seguir haciendo lo que ella quisiera.

— Deberías buscar otras formas de divertirte, ¿sí?. — la azabache intensificó su puchero y agachó la cabeza con mirada triste y sus ojos se aguaron, al final logró manipularlo como solo ella podía hacerlo. Itachi suspiró derrotado.— Haz lo que quieras.

Hitomi saltó de alegría y lo abrazó fuertemente. Los brazos de Itachi también la rodearon por los hombros durante largos segundos, pero ella se separó al recordar algo que venía rondando su mente desde hace días.

— Itachi, se acerca mi cumpleaños, ¿a dónde iremos ésta vez?.

— Cierto, ya serán dieciséis en una semana... cuanto has crecido.— sonrió nostálgico.

— No cambies el tema.— reprochó Hitomi muy seria.  Itachi rió mientras le daba un toque con sus dedos en la frente.

— Será una sorpresa.

La pelinegra le golpeó el hombro un tanto molesta.

— Odio las sorpresas.— se cruzó de brazos.

Itachi se levantó del sillón visualizando la hora en el reloj de la pared, ya se le hacía tarde para su trabajo, palmeó con suavidad la cabeza de la chica mientras ella lo observaba con el ceño completamente fruncido.

— Lo sé, descansa. Nos vemos en tres días.

Hitomi observó la puerta una vez que Itachi salió, una sonrisa se escabulló por sus labios de manera feliz sabiendo que él la llevaría de nuevo a un increíble lugar tal como en sus cumpleaños anteriores.

Sin duda alguna, Itachi significaba demasiado para ella, lo consideraba la persona más poderosa y asombrosa del mundo. Agradecía mucho el hecho de tener a alguien como él en su vida.

En unos pocos días tendría un año más de vida y eso la emocionaba. Hitomi no es de mostrar mucho sus sentimientos, pero estando con Itachi eso cambiaba, y el echo de pasar todo un día con él siendo consentida la emocionaba mucho.

Dejó encendida la vela de aquel oscuro cuarto que le pertenecía y se recostó bajo las sábanas de aquella suave cama, no tardó mucho para que sus ojos se cerraran y cayera directamente en los brazos de Morfeo.

Sin embargo, Hitomi no sintió aquella extraña silueta que la contemplaba desde la sombra, sonriendo enormemente. Aquel desconocido ansiaba que la muchacha cumpliera sus dieciséis años, ya que tal y como había leído, ese día empezaría todo.

El principio de la tormenta para Uchiha Hitomi, la última mujer sobreviviente del clan Uchiha.

Soy Uchiha [ Naruto Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora