Vínculo prenatal

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Las expectativas de Clarissa con respecto a las vacaciones familiares que tendría a mediados de aquel ventoso noviembre eran muy altas. ¿Y cómo no iba a sentirse emocionada? Desde que era niña, la jovial muchacha había deseado conocer las secuoyas gigantes y los promontorios rocosos del Parque Nacional de Yosemite, y por fin su sueño se había convertido en una realidad. Pasaría una semana completa hospedada en unas acogedoras cabañas en el estado de California, junto a su amado esposo. El generoso hombre que era Manuel quiso hacerle ese regalo tan especial a la mujer de su vida para agasajarla como ella se lo merecía. Además, ambos podrían celebrar de esa manera tanto su tercer aniversario de feliz matrimonio como la llegada de su primera hija, Bianca, a quien esperaban con gran anhelo para febrero del año siguiente. Los preparativos para el placentero viaje se llevaron a cabo sin ningún contratiempo. Todo cuanto acontecía en la vida de la joven pareja parecía indicar que los días venideros serían muy brillantes para ellos. Ninguno de los dos imaginaba el drástico giro que habría de sobrevenirles como resultado de un significativo encuentro inesperado...

La sonriente joven de tez lechosa elevaba sus palmas abiertas hacia el despejado cielo azul que embellecía el primer día de la esperada excursión. La brisa fría revolvía con delicadeza las lustrosas cascadas de chocolate que tenía por cabellos, los cuales se asemejaban a finos hilitos de seda que le acariciaban los hombros al compás de un suave vals victoriano. Su marido la contemplaba desde unos diez metros de distancia a través del lente de la cámara fotográfica que colgaba del cordel de cuero teñido de negro alrededor de su cuello. Nunca antes la había visto tan radiante como en ese soleado día, del cual muchos instantes serían inmortalizados en una bella secuencia de imágenes que años más tarde él compartiría con la amada hija de ambos. Uno de los retratos de Clarissa en particular mostraba todo el esplendor de mujer, esposa y madre que emanaba de ella a raudales. Manuel pensaba, al examinar con detenimiento aquella fotografía especial, que no habría quien pudiese mirar esa tierna escena sin llegar a sentirse conmovido por la bondad y el amor que esta transmitía.

—¡Hola! No quiero resultar entrometida, pero no pude evitar ver de reojo hacia acá y tuve que venir a decirle que esa es una bellísima foto. ¿Es esa chica su esposa? —le preguntó una simpática voz femenina a sus espaldas.

—Sí, es mi esposa. Su nombre es Clarissa y el mío es Manuel. ¿Puedo saber con quién estoy hablando? —inquirió él de manera afable, al tiempo que se giraba para ojear a la curiosa desconocida.

—¡Ah, por supuesto! Por favor, perdone mi falta de modales. Soy Déneve Woodgate. Estoy encantada de conocer a una pareja tan agradable como ustedes. Y permítanme felicitarlos por su bebé. Han de estar muy contentos por ello, ¿verdad? —aseveró la afable pelirroja, cuyo ropaje de tono crema realzaba el verde de sus grandes ojos.

Mientras tanto, la señora Bustamante se aproximaba al sitio en donde su esposo estaba sosteniendo la conversación con aquella hermosa muchacha a quien ella no conocía. No le agradaba para nada que otras mujeres se mostrasen demasiado amables con Manuel, pero estaba muy consciente de que eso no le daba el derecho de comportarse de manera grosera con cada chica linda que apareciese.

—¡Buenos días, señorita! ¿Le podemos ayudar en algo? —espetó ella, sin tener éxito en disimular su creciente fastidio.

Déneve captó en el acto que su presencia no era bien recibida por Clarissa, por lo que se apresuró a ofrecerle una detallada explicación de la situación.

—¡Buenos días! No se preocupe, en realidad estaba por marcharme ya. No quise venir a importunarlos con mis ocurrencias. Es sólo que por casualidad alcancé a ver la fotografía que su esposo acaba de tomarle. ¡Es magnifica! Usted luce preciosa con su sonrisa maternal. Convertirse en madre es algo muy emocionante, ¿no le parece? Créame, comprendo muy bien su alegría, puesto que yo también estoy esperando un bebé. Aun no se me nota, ¿cierto? Es que solo tengo tres meses de embarazo. ¡Emil y yo nos sentimos muy dichosos! Si es una niña, tenemos pensado llamarla Dahlia, como mi flor predilecta. Si se trata de un varón, lo llamaremos Milo. Y como le estaba diciendo a su marido antes de que usted se nos uniera en la conversación, los felicito de corazón por la llegada de su bebé. De seguro será un pequeño adorable...

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora